Petra disfrutó este sábado bajo una lluvia de 4.000 kilos de cáscaras de almendras. 'Ses Clovelles', un clásico del calendario de fiestas veraniegas en foravila, hace reír este sábado a grandes y pequeños en medio de un ambiente de jolgorio que inundó la localidad.

La fiesta arrancó a las 12 horas con el tradicional primer baile del grupo de Balladors en la explanada ubicada frente a la iglesia de Sant Pere. En comitiva recorrieron al son de la música de los 'xeremiers' las principales calles de Petra hasta llegar a la antigua estación de tren donde se celebró la comida de Ses Clovelles.

El plato fuerte de la jornada, sin embargo, vino después de la comida. Sobre las 15.30 horas, el epicentro de la fiesta ha pasado a Ses Escoles Velles. Allí estaba el Dimoni de Petra. Santa Pràxedis, representada por Catalina Riera, fue la encargada de arrebatarle la llave de la Casa de la Vila y así poder acceder a las clovelles, las grandes protagonistas del festejo. Una vez liberadas, las cáscaras volaron por Petra para alborozo de los participantes, que se refrescaron con agua.

La Festa de Ses Clovelles es una celebración plenamente consolidada que está organizada por la Associació de Joves de Petra El dimoni s'hi va retre que empezaron esta fiesta deseosos de tener un acto para los jóvenes en el marco de las fiestas patronales. "El primer año éramos 200 personas a comer y unas 300 en las clovelles", recuerdan los organizadores que ahora calculan que la comida atrae a medio millar de comensales y la gran fiesta llega a reunir a tres mil participantes de distintos puntos de la isla.

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"La fiesta está totalmente consolidada. Los petrers la vivimos con gran intensidad pero ya forma parte del calendario veraniego como el Much de Sineu o Sa Revolta de Vilafranca", reconocen.

El origen de Ses Clovelles se remonta a que durante muchos años en el sótano de las dependencias de la Casa de la Vila de Petra había una habitación donde se guardaban las cáscaras de almendra para proveer durante el invierno los braseros del Ayuntamiento. Con la llegada de la electricidad, esta zona se convirtió en el calabozo municipal pero siempre conservó su denominación.