Un año más, sa Calobra sonó como nunca. El inigualable y cautivador lugar se llenó de familias, turistas y residentes, niños y mayores, que llegaban dispuestos a disfrutar de una tarde mágica, musical y calurosa con las interpretaciones de la Capella Mallorquina y el quinteto Johannes Palaschko, celebrando así el concierto número 56 de esta cita que impulsó el pintor Josep Coll Bardolet (1912-2007) en el año 1964. El de ayer fue el encuentro más multitudinario de los últimos años, que incluso causó problemas de tráfico. No cabía ni un coche más ni en el parking ni en los arcenes de la carretera.

Organizado por la Fundació Sa Nostra, este concierto es ya una cita ineludible del verano mallorquín. Según el programa, se había planeado interpretar un total de 17 piezas que formaban un repertorio, según el director de la Capella Mallorquina, José María Moreno, "clásico pero muy conocido". Entre otras, sonaron Ave Maria de F. Schubert -arreglada por B. Julià-, Gloria de Vivaldi, Patria oppressa (de Macbeth) de Verdi; Nocturn Op. 9, n. 2 de Chopin y el Himno de la alegría (de la 9ª Simfonía) de Beethoven.

Pero la pieza que más triunfó y que entusiasmó a la gente congregada en la desembocadura del Torrent de Pareis fue la de las seguidillas de la zarzuela La verbena de la Paloma. De manera espontánea, Moreno detuvo la interpretación que ya habían empezado los músicos para pedir al público que les acompañara con palmas. Como si se tratara de una clase de colegio, el director dio algunas instrucciones a los espectadores que, después de practicar algunas veces, obedecieron y "aprobaron" con nota la audición.

Tal y como ya pasó el año pasado, el público ovacionó intensamente a los músicos cuando terminaron su programa. Los 70 músicos ofrecieron una hora y media de concierto, pero no fue suficiente. "Otra, otra", coreaban algunos mientras otros aplaudían de pie. Agradecidos, los músicos cogieron otra vez sus instrumentos e interpretaron algunas piezas más. Una de ellas fue La balanguera y, como no podía ser de otra manera, volvieron a sonar las seguidillas de La verbena de la Paloma. Las palmas de los asistentes resonaron alegres, y entregadas a la Capella Mallorquina y al Quinteto Johannes Palashcko, entre las inconfundibles paredes de roca del Torrent de Pareis, un escenario natural con una acústica envidiable.

Una vez finalizada la actuación, Moreno declaró sentirse muy agradecido con el público, que fue muy "respetuoso y agradable en todo momento". A pesar del calor, se alzó un poco de viento justo cuando el concierto empezaba, algo que los espectadores celebraron pero que provocó ligeros problemas a los músicos, pues alguna de las partituras amenazaba con salir volando. Como las palomas.