"...Espantats de veure la valentia de les dones (els moros) giraven coa i fugien de la vila". Este fragmento que forma parte de la descripción del simulacro de moros y cristianos del año 1858 que Ramon Picó i Campamar, Hijo Ilustre de la localidad, escribió a finales del siglo XIX, un texto recuperado por el historiador pollencí Pere Salas, sirve de base argumental al colectivo feminista La Mala Pècora para “recuperar parte de la versión más antigua” que se conoce de la famosa batalla entre Joan Mas y Dragut y reintroducir el batallón de mujeres “velles i fadrines, vestides a l’antiga” y armadas con “filoses, arpes i falçons” de las que hablaba Picó i Campamar en su crónica de los inicios de la emblemática fiesta local.

Las promotoras de la iniciativa presentaron ayer jueves en el casal de Can Llobera, con gran asistencia de público, su propuesta de constituir un batallón de mujeres que, armadas con ‘filoses’ (caña de la rueca) y ‘falçons’ (hoz), se incorporarán a la batalla en el combate de Sant Jordi, uno de los más conocidos del simulacro. El objetivo es el de “avanzar en igualdad” y “visibilizar la figura de la mujer en los espacios donde ha sido invisibilizada” para recuperar una parte de la fiesta original que desapareció poco después del protocolo festivo sin que se conozcan los motivos.

El colectivo La Mala Pècora ya se ha entrevistado con la comisión de fiestas del Ayuntamiento para explicar su propuesta, y ha sido bien recibida. “Están de acuerdo en introducir el batallón de mujeres en la fiesta, pero también aprecian una serie de obstáculos en la manera cómo hacerlo, aunque nos han dicho que pondrán facilidades para que la propuesta se convierta en realidad el próximo 2 de agosto”, explica Marga Cifre, una de las portavoces del colectivo feminista. En cualquier caso, la idea es la de “crear el batallón sí o sí”, independientemente de lo que diga al respecto la comisión de fiestas.

En principio, la irrupción del nuevo batallón femenino sería en la batalla de Sant Jordi, donde la fuerza de las mujeres armadas se sumará a la de los cristianos para intimidar a los moros de Dragut y forzar su retirada.

Numeroso público acudió a la presentación del nuevo batallón. B. Perelló

El trabajo que queda hasta el 2 de agosto, día de la gran batalla, es titánico, aunque las ganas y la voluntad de las organizadoras garantizan un final feliz. “Ahora hay que organizarlo todo desde cero, porque es una iniciativa nueva, y no será nada fácil”, apunta Cifre.

La plataforma organizadora se ha marcado el objetivo de hacer “pedagogía social” durante las semanas previas al simulacro para facilitar la participación a todas las mujeres que quieran sumarse a la iniciativa. Para ello, han creado dos grupos de 'wathsapp' con la idea de canalizar las diferentes fórmulas de participación: formar parte activa del batallón o ayudar en la formación de una barrera de contención para abrir paso al nuevo ejército de mujeres en el momento en el que se sume a la lucha.

De esta forma, el simulacro de moros y cristianos de Pollença, una de las fiestas más multitudinarias del verano mallorquín, adquirirá este año una dimensión especial que lo reconciliará con la historia de los primeros simulacros y con las leyendas populares que hablan del papel importante de las mujeres en la batalla real que tuvo lugar el 31 de mayo de 1550, clavado para siempre en la memoria colectiva como ‘el Dia de la Desgràcia’.

En este sentido, el historiador Pere Salas apunta que “una cosa es la historia de la batalla y otra es la historia del simulacro, en el que prácticamente todo está inventado”. Añade Salas que la participación activa de las mujeres en la fiesta, concretamente en la batalla de Sant Jordi, “está documentada” en el primer simulacro conocido, contado con todo lujo de detalles por Picó i Campamar. No obstante, se sabe que en 1864 la batalla dejó de recrearse porque “eran tiempos de crisis”, y a partir de 1882 se recuperó, aunque las mujeres ya no formaban parte del simulacro.

Respecto a la función de las mujeres en el episodio histórico en el cual se basa la fiesta pollencina, “se sabe que participaron de forma pasiva, porque mujeres y niños fueron encerrados en la antigua iglesia de Sant Jordi”, pero no hay referencias históricas que aseguren que hubieran luchado activamente contra los invasores, aunque “sí existen leyendas”, apunta el historiador. “De hecho, cerca de la calle de Sant Jordi había una calle con el nombre de les ‘filoses’ ya desde el siglo XVI, pero no sabemos si guarda relación con la batalla”, añade.

En cualquier caso, la fiesta “debe evolucionar y actualizarse porque sino existe el riesgo de que desaparezca”, opina Pere Salas, para quien “no existe una fiesta esencial”, sino tradiciones que se adaptan a los nuevos tiempos. “Esto es para sumar, no para restar; no solo depende de nosotras que se consolide, solo hemos abierto una puerta”, concluye al respecto Marga Cifre, de La Mala Pècora.