Los movimientos de masas -el turismo lo es en Mallorca- necesitan depuración. Es así porque incorporan a su grueso de elementos todo tipo de componentes, buenos y malos, legales y aprovechados, honestos y furtivos.
La campaña emprendida el verano pasado por el ayuntamiento de Calvià para detectar y frenar el transporte irregular de pasajeros, ha tenido poco efecto disuasor. Inmovilizaciones de vehículos y multas sustanciosas no son suficientes para poner coto a pícaros sin escrúpulos desleales con el trabajo regulado. En lo que va de temporada ya se ha sancionado a tres taxis pirata en Calvià, alguno de ellos reincidente, prueba elocuente de que este negocio libre es apetitoso.
Como en tantos otros comportamientos al margen de la legalidad, no quedará más remedio que intensificar la vigilancia, la intervención y, si es el caso, la sanción. Deben saberlo las administraciones porque a ellas le corresponde extremar la colaboración, como ya hacen Govern y Ayuntamiento con los taxis pirata de Calvià.
