La jornada de Sant Joan, misteriosa y envuelta en rituales, despuntó ayer, el día en que el sol baila y los problemas ya han sido quemados en el fuego purificador, sin el tradicional paso de los niños herniados por las ramas del vimer mágico de Manacor, interrumpido tras dos siglos por falta de relevo en la finca de s'Hort des Correu. Así que el día de celebraciones comenzó realmente con los bailes de Sant Joan Pelós por las calles de Felanitx, un recorrido donde el bautista de la careta y el porte alegórico y sus músicos fueron repartiendo claveles a cambio de la voluntad económica de cada cual. Una entrega altruista y voluntariosa para perpetuar sus danzas contra los malos augurios.

Pasadas las siete de la tarde la ancestral danza de Sant Joan Pelut regresó a Sant Llorenç. El primer baile se realizó en la parroquia durante el acto religioso en honor del santo, con la ofrenda. Una danza que se repitió en las calles, delante de las casas donde habitan alguna Joana o Joan que previamente lo hubieran solicitado.

Desde hace 23 años Biel Nicolau es el encargado de dar vida a Sant Joan Pelut, al son de las melodías interpretadas por los jóvenes músicos del coro de Sant Joan y Sa Xarabanda. Al primer baile se unió una pareja de dimonis acompañando al santo hasta el final del recorrido. La asociación Els Amics de Sant Joan invitaron a una degustación de ensaimada con mistela.

Esta danza, muy ligada a la tradición llorencina, estuvo a punto de desaparecer a mediados del siglo pasado, hasta que se recobró en 1980 y poco a poco ha vuelto a coger fuerza y ganando cada vez más adeptos. Prueba de ello fue la multitud de seguidores que recorrieron las calles para ver bailar al santo o poderse fotografiar con él.

En los últimos años, también son muchos los pequeños, que le entregan el chupete para no volverlo a usar, una forma de lo más didáctica de dejar un hábito que a ciertas edades ya preocupa a sus padres.

Como entretenidas y didácticas fueron las coreografías del otro Pelós, el que junto a es Corb de Sant Nofre, salió a lo grande por la localidad de Sant Joan, donde el bochorno y el calor no impidieron una fiesta entregada a la tradición de cada año. Un recorrido festivo que dejó el sabor añejo de lo conservado con mimo para que perviva y evolucione cada 24 de junio.