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Obstáculos para la gobernabilidad

Vox se jacta de ser un partido drástico, de defender ideas y principios sin complejos, pese a quien pese y caiga quien caiga. En Llucmajor acaba de demostrar que también es drástico a la hora de adquirir responsabilidades, sin dejar muy claro si siente pánico ante ellas o se las toma a la ligera.

Expulsa al edil electo Raúl Domínguez, antes de la toma de posesión, "por diferencias bastante importantes y pérdida de confianza". ¿Qué ha pasado? ¿No lo conocía con antelación? ¿Lo incorporó a la ligera a la candidatura? ¿Acaso Vox tenía el tope máximo de alcanzar un concejal en Llucmajor y ha obtenido dos? Son preguntas que, mucho nos tememos, quedarán en el aire y sobre las que el partido que habla claro mantendrá silencio o las diluirá en la confusión.

La correlación de fuerzas políticas en la casa consistorial de Llucmajor es un rompecabezas. El municipio ya fue gobernado en el periodo que ha concluido por alcaldes en porciones y ahora se adentra en una travesía, aún mucho más dificultosa, de la que no se sabe ni siquiera si tiene punto de destino.

Al privar de militancia a Raúl Domínguez, Vox libera a un concejal que no dependerá de nadie a la hora de tomar sus decisiones. La consecuencia es el estrangulamiento de casi todas las opciones para establecer pactos, principalmente a la derecha, pero también a la izquierda. Para conseguirlo, tanto en una dirección como en otra, deberán entenderse cinco o seis partidos.

Todo apunta a que, en el mejor de los supuestos, el consistorio de Llucmajor empezará su andadura en tiempo de descuento. El socialista Gori Estarellas será alcalde por exclusión al encabezar la lista más votada y después, ya veremos.

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