La última sesión de limpieza y mantenimiento del cementerio viejo de Binissalem, llevada a cabo el pasado sábado por unos cuarenta integrantes de la asociación ecologista Gadma, ha puesto en evidencia que el antiguo camposanto de la localidad presenta una situación desastrosa. De hecho, en algunas de las tumbas, cuyas lápidas se han hundido o estropeado por completo, se pueden ver perfectamente los huesos de los difuntos. Incluso en algún punto del mismo suelo del cementerio también puede apreciarse cómo aflora a la superficie el fémur de una persona allí enterrada. Así lo explica Bernat Fiol, portavoz de Gadma, quien afirma que la reforma del cementerio viejo no puede demorarse más tiempo.

Fiol apunta que, en esta última sesión de adecuación, han tenido que apuntalar varias de las lápidas de gran tamaño que están a punto de caerse, para evitar no solamente que se puedan perder piezas de gran valor arquitectónico del entorno sino también para indicar el peligro que supone ese gran deterioro en el caso de que allí se lleve a cabo alguna visita patrimonial, como las que promueve regularmente el Ayuntamiento.

De hecho, y aunque no se trate de un acto de iniciativa municipal, cabe recordar que desde hace más de diez años se celebra, en el cementerio viejo, el acto de homenaje a la República y son unas cuantas decenas los visitantes que acuden al lugar y se desplazan por su interior.

Bernat Fiol también apunta que el pasado sábado 8 de junio fueron recogidas un gran número de lápidas y cruces, las cuales ya estaban partidas en diferentes trozos y han sido dispuestas en el interior de la capilla para que puedan ser restauradas.

Todo ello deja claro que este núcleo histórico de Binissalem, en el que reposan los restos de antepasados de muchos de los actuales habitantes del pueblo, no podrá aguantar mucho más tiempo sin la adecuada intervención de técnicos y restauradores. De hecho, el proyecto de reforma del cementerio viejo se remonta al período de 2004 a 2007, en que fue restaurada la capilla, a decir, la única parte de este entorno que ha contado con un proceso de restauración bastante completo. Una capilla cuya construcción, según fuentes documentales, está datada hacia el año 1822. También cabe recordar que dichas obras, dirigidas en aquel entonces por el experimentado arqueólogo Ferran Tarongí, formaban parte de un proyecto mucho más amplio que tenía por objetivo la creación de un centro de interpretación de la muerte en el lugar en cuestión, un proyecto destinado al público local y también al turismo cultural.

Antigua parroquia de Robines

Además, haciendo ahora hincapié en la historia, hay estudios que sitúan esta capilla del cementerio viejo en el lugar donde, hacia mediados del siglo XIII, estuvo ubicada la antiquísima parroquia de Robines, núcleo poblacional que posteriormente dio origen al actual Binissalem.

Con todos estos datos sobre la mesa y en unos días en los que se están llevando a cabo reuniones para establecer el nuevo pacto de gobierno municipal, es evidente que si hay un proyecto que reclama la atención de los políticos (con el fin de evitar su posible restauración) es la restauración definitiva del cementerio viejo, que dejó de ser utilizado, aproximadamente, hacia el año 1957, cuando ya tienen lugar los primeros enterramientos en el actual.