El gran obstáculo de Can Ferrereta está en rentabilizar la enorme inversión que requiere el dar nueva utilidad al inmenso casal. Intentos públicos y privados no lo habían conseguido hasta ahora. La solución, como en tantos otros lugares de Mallorca, ha venido por la reconversión hotelera al precio de 3,5 millones de euros y un año o dos de obras.
Será, sin duda, un hotel singular. No tanto por la etiqueta de lujo que marcarán sus estrellas, sino por las características arquitectónicas del edificio, las posibilidades de anexos que ofrece y la misma ubicación. No era plan tener tanto valor patrimonial suscrito al deterioro, al lado mismo de la Porta Murada.
En la solución también está el riesgo. Salvando las distancias, Santanyí soporta una invasión turística semejante a Palma. Debe salvar la identidad y la vida cotidiana del pueblo.
