Todas las personas se merecen un respeto y tienen derecho a la salvaguarda de su intimidad personal y familiar. También son dignos y merecedores de ella los cargos públicos electos, por cuanto personifican y representan la identidad colectiva de todo un pueblo. Por eso es particularmente grave y preocupante el calvario al que está siendo sometido el alcalde de Lloseta, Xema Muñoz y su familia. Se invade su salud mediante un acoso incomprensible y creciente. Lo extraño es que se haya podido aguantar tanto hasta decidir denunciar y hacer públicos los hechos.
Una de dos, o hay alguien perturbado de por medio o bien se está intentando interferir y adulterar la labor del alcalde mediante métodos opacos y torticeros. Sea como sea, la situación se ha vuelto insostenible y particularmente delicada en tiempos de incidencia electoral. Por eso apremia el urgente esclarecimiento del acoso y las amenazas. Xema Muñoz y su entorno familiar y empresarial no pueden ser privados mediante presión anónima de la dignidad, la tranquilidad y el respeto. Lloseta también necesita un alcalde centrado en su gestión y no en las cloacas que se le aproximan.
