Cómo servir 5.000 kilos de caracoles y no morir en el intento. Este bien podría ser el título de lo que cada año pasa por Sant Marc en el restaurante Es Cruce de Vilafranca, el auténtico templo de este manjar de la tradición mallorquina, que en estas fechas echa el resto para satisfacer a los comensales y de paso ahuyentar males espirituales o físicos como la reuma, evidentemente con la bendición culinaria del santo.

Entre el próximo jueves 25 de abril y el fin de semana posterior, Guillem Garí, propietario del establecimiento, repartirá unas 13.000 raciones de caracoles en un alarde de gestión de cocina y de crecimiento exponencial de la demanda durante los últimos años. Y es que si en 2010 se cocinaron por estas fechas 700 kilos del molusco, casi diez años más tarde la cifra se multiplicará por diez hasta los 7.000 (5.000 de ellos el propio día del patrón de los notarios).

Aproximadamente cada kilo da para unas dos raciones, en su mayoría elaboradas para llevar y degustar sobre los manteles de media isla, dada la fama y notoriedad alcanzada por Es Cruce, también el resto de meses. No en vano, en una semana normal del año, puede fácilmente despachar mil kilos de caracoles, muchos de los cuales deben ser importados desde Marruecos o Murcia, vía Córdoba donde son seleccionados y limpiados antes de llegar a la isla.

Una vez en cocinas la maquinaria se pone a funcionar. Son hervidos en diez ollas de 75 litros de capacidad cada una durante cinco horas, entre especias, carne y las hierbas que le darán su sabor definitivo antes de ser comidos junto con el también tradicional allioli. Y es que ya se sabe: "Qui menja caragols per Sant Marc té salut tot l'any".