Un silencio riguroso reinaba ayer en la noche del Viernes Santo en la cima del Calvari de Pollença a las 21 horas. El tradicional Davallament y la posterior procesión por la larga escalinata que desciende del mismo congregaron a una multitud.

El tiempo no acompañaba en absoluto pues sopla viento y hace frio. Aún así muchos fieles se congregaron a ambos lados de las gradas y entre ellos muchos turistas que no quisieron perderse un acto de tanta solemnidad.

En medio de un gran silencio, fue bajada la imagen del Cristo de la Cruz ante la atenta vigilancia de los pretorianos y a la luz de las antorchas. Una vez yacente fue descendido desde el oratorio del Calvari hasta la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles.

La procesión discurrió por las escalinatas flanqueadas por cipreses y con tantos escalones como días tiene el año.

Las cofradías, que habían subido por el camino de les Creus fueron bajando por la escalinata en orden de antigüedad

Cuenta la tradición que la imagen fue hallada por unos pescadores en la Cala de Sant Vicenç. En 1860 el Puig del Calvari se vendió a un particular, Guillermo Cerdá, cuyos descendientes han sido siempre custodios del oratorio.

Es sin duda alguna, una de las procesiones más bonitas y emocionantes, que transcurre entre antorchas, silenciosamente, de un modo solemne, esplendoroso, trágico y turbadoramente bello.

En otros municipios también celebraron sus desfiles procesionales como en Inca, con el tradicional Davallament en la plaza de Santa Maria la Major ante más de 1.000 personas. En Pòrtol la única cofradía salió seguida del pueblo que asistió a la celebración en la parroquia, donde tuvo lugar la representación cristiana.

En Binissalem la puesta en escena se hizo a las 20 horas y posteriormente la procesión discurrió por el centro.

La representación de Lloseta se llevó a cabo en el impresionante escenario de las escalinatas situadas entre la iglesia y La plaza.