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Saber volver a los orígenes

El gran declive de la agricultura y la ganadería mallorquina comenzó cuando la sociedad y su nucleo laboral le dieron la espalda para fijarse, casi en exclusiva, en la industria turística. El vuelco se produjo a partir de un punto álgido en el que la producción de fora vila era abundante primando el valor de la cantidad productiva rentable por encima de cualquier otra cosa. Luego, con el efecto de factores externos, todo se desbarató.

Pero Mallorca sin una agricultura y ganadería estables es otra cosa, una pérdida de identidad, un deterioro medioambiental y una renuncia expresa a la diversidad económica, laboral y social. También una disminución de los atractivos turísticos.

Poco a poco se ha ido adquiriendo conciencia de esta nueva realidad. Es a partir de ahí que se ha iniciado un camino, nada plácido, de vuelta a los orígenes, porque en ellos está el signo diferencial, la calidad y el atractivo. Hoy, eso, con controles y reconocimiento oficial, se llama agricultura y ganadería ecológica, sin aditivos, colorantes ni edulcorantes.

En estos momentos 16% de las tierras de producción agraria de Mallorca lo hacen bajo signo y control ecológico. Es una reconquista lenta que va dando pasos más decididos a medida que consigue avanzar. La prueba está en que, durante 2018, se han inscrito 3.530 hectáreas nuevas en Balears de las que el 82% corresponden a Mallorca.

Es un avance en cadena con expansión a modo de mancha de aceite porque, como es lógico, a medida se incrementan las explotaciones también pueden hacerlo las industrias elaboradoras y comercializadoras. Es decir, la capacidad de oferta y el potencial de demanda. Es la ruta que se está siguiendo.

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