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Historia

Cuando la Guerra Civil sacudió sa Pobla

Al declararse el conflicto, carabineros fieles a la República y efectivos militares protagonizaron un tiroteo que acabó con un muerto y varios heridos

Un acto de exaltación patriótica celebrado frente al consistorio de sa Pobla. j. m. caldés

Se cumplen ochenta años de aquel primero de abril de 1939, día en que el Generalísimo Franco firmara en Burgos el último parte de guerra, que anunciaba el final del conflicto con estas palabras: "En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado". Habían transcurrido el primer y segundo año triunfal y se había llegado al Año de la Victoria. Pero, ¿cómo se habían vivido aquellos tres años en el pueblo natal de aquellas generaciones de los primeros años de posguerra? Unas generaciones que solamente sabían lo que sus padres apenas les contaban u ocultaban.

Situándonos en sa Pobla, un documentado artículo del historiador pobler Joan Miquel Caldés, presentado en las I Jornades d'Estudis Locals. Sa Pobla en 2007, nos traslada a conocer cómo se vivió aquel episodio bélico en la agrícola villa.

Dice Caldés que "el 18 y 19 de julio de 1936 todo el pueblo estaba pendiente de las noticias que llegaban a través de la radio con motivo del alzamiento militar contra el gobierno republicano ocurrido en el norte de África protagonizado por el general Franco. En sa Pobla, la mañana del 29 de julio, mientras la Guardia Civil permanecía en su cuartel, los pocos más de 15 falangistas locales, arma en mano y luciendo el fajo de flechas en el pecho, hacían gritar en medio de la Plaça Major, consignas contra la República y a favor de los militares de la revuelta. Lo mismo estaba pasando en el cuartel de carabineros situado en la carretera de Inca, a la salida del pueblo, donde unos socialistas, como Jaume Serra Cardell 'Cuca', Joan Pizà Massanet 'de San José', Josep Bassa Alomar y Francesc Gost Amer 'Curro', fueron a buscar armas. Los fascistas habían salido y tenían la plaza tomada, sin que la Guardia Civil interviniera..."

La proclamación del estado de guerra (según el registro de telegramas, el bando de estado de guerra ya había sido cursado el 19 de julio por la Comandancia Militar de Inca) coincidió con la toma de posesión de los carabineros, que enseguida se mostraron fieles a la República. El mismo día 20, un furgón ocupado por personal militar se detuvo frente al cuartel y el comandante Castelari ordenó a los carabineros Palazón, Orozco y Valcárcel que subieran al vehículo y entregasen las armas. Entonces se produjo un tiroteo en el que resultó herido el comandante Castelari y muerto el sargento Torres.

Los mencionados carabineros y los socialistas Jaume Serra, Joan Pizá y Pep Rebassa huyeron con el autocar (' sa Camiona') de Madò Maria Ravella, conducido por su chófer Toni Reus 'Parrús' a refugiarse en Cap del Pinar, en Alcúdia. Allí, los refugiados no pudieron resistir demasiado tiempo, por lo que decidieron negociar la rendición, siempre y cuando fueran procesados. Sin pasar por sa Pobla entraron presos en el barco Jaime I y después fueron trasladados a Can Mir, un almacén de maderas de Palma habilitado como prisión.

Nueva corporación municipal

Tras aquellos primeros acontecimientos y ante la nueva situación política, el 22 de julio del 36 Joan Mas Franch, jefe local de Falange, se hizo cargo de la alcaldía. Después de que el gobernador civil nombrara una nueva comisión gestora, fueron hechos prisioneros el alcalde Felip Serra Vilanova ' Mel' y los regidores republicanos y simpatizantes de la izquierda. A partir de aquel momento los falangistas locales, en número de unos 27, controlaron el pueblo y se inició la represión.

En su estudio, comenta Caldés que "el 8 de enero de 1937 fue constituida la Junta Consultiva Local, formada por Joan Mas Franch (alcalde) y como vocales: Biel Riera Alemany (Teniente Coronel), Rafel Torres Cladera (juez municipal), Simó Bennàssar (propietario), Biel Amengual Homar (brigada de la Guardia Civil), Vicente Rios Conquero (jefe local de Falange Española y de las J.O.N.S.) y Joan Ferragut Ribas (secretario)"

Con la elección de aquellos nuevos cargos, fueron cesados los funcionarios municipales de la anterior comisión gestora republicana, compuesta por Jaume Serra Cardell, Joan Pizá Massanet, Jeroni Massanet Cladera, Miquel Bennàssar Serra y otros empleados pertenecientes a la brigada de obras, guardias municipales y trabajadores dedicados a otras funciones. En febrero de 1937 pasó a ocupar el cargo de alcalde el veterinario Rafael Barceló Tugores, con los mismos gestores municipales, hasta el 22 de agosto de 1938.

Aquella misma fecha, fueron elegidos los que serían componentes de la tercera Comisión Gestora Municipal, bajo la alcaldía de Joan Serra Solivellas, que ocuparía el cargo hasta el 6 de octubre de 1939. Vistos los miembros que conformaron la nueva comisión, se observa que la política local se caracterizaba por un claro continuismo.

Actos patrióticos

Las diferentes gestoras contribuían en diversas recaudaciones destinadas a financiar la actividad bélica del Movimiento Nacional, como el 'Subsidio Pro-Combatientes', la 'Junta de incautación de Oro i Valores', la 'Suscripción Popular' para el frente de Manacor y las iglesias de Porto Cristo y Son Carrió, el 'Pro-auxilio' a Barcelona, Valencia y Madrid, el 'Pro-aguinaldo del combatiente', o la suscripción 'Pro-Movimiento Nacional'.

"Durante la Guerra", cuenta Caldés, "las autoridades civiles, militares y eclesiásticas programaron diversos actos para apoyar al nuevo régimen en diversos pueblos de la isla, incluido sa Pobla." El 12 de septiembre de 1936 llegaban a sa Pobla el Conde Rossi y sus camisas negras. Según las informaciones, "la Plaza Mayor estaba llena de gente para verle y escucharle, creándose una acogida conmovedora: apretones de manos, vivas y aclamaciones. Rossi levantaba a los niños para besarlos."

Después pronunció un discurso de propaganda diciendo que: "Mallorca se ha visto fuertemente amenazada por las hordas comunistas que, gracias a Dios, fueron completamente derrotadas y arrojadas de la isla" añadiendo que "los comunistas no son seres humanos sino bestias feroces sin otro ideal que destruirlo todo y que buscan vuestro oro." Acabó Rossi su discurso gritando 'vivas' a Mallorca, al ejército, a la Falange y a sa Pobla.

El 14 de febrero de 1937, el capellán castrense Joan Ferrer, en el acto de jura de bandera, ofició una misa de campaña en la Plaza Mayor, frente al Ayuntamiento. El primero de octubre de 1938 se ofreció un homenaje al General Franco, con motivo del segundo aniversario de su exaltación a la Jefatura del Estado, en una Plaza Mayor engalanada con dos arcos de mirto y cantidad de banderolas, damascos y banderas nacionales en casi todas las casas de la población. El 29 del mismo mes, el clero y las autoridades civiles realizaron un acto religioso como homenaje a 'Los Caídos por España', colocando una gran cruz frente a la casa consistorial, a cuyos pies se realizó una ofrenda floral y un desfile militar.

Como se observa, al igual que en todo el país, el clero local se convirtió en la protagonista de buena parte de los actos patrióticos y actividades sociales y culturales organizadas por el nuevo régimen, predicando que la guerra se había producido "con el único objetivo de conjurar el gravísimo peligro del Comunismo soviético cada vez más amenazante en España." Desde los primeros meses del estallido, las nuevas autoridades, impusieron un gran control dentro del pueblo, contando con la ayuda de la iglesia con el rector Antonio Palou Pons al frente de la parroquia, hasta el punto de establecerse una conexión total en todos los sentidos.

La represión

Como es sabido, tan pronto estalló la guerra se puso en marcha el aparato represor en manos de la policía gubernamental, junto con Falange, encargados de ejercer una vigilancia y una depuración implacables. Cuenta la historia que el total de personas asesinadas en Mallorca entre el 19 de juio de 1936 al 6 de julio de 1937, oscilaba entre las 850 y 900, muchas de las cuales fueron ejecutadas por razones personales y familiares de antes del inicio de la guerra. Algunos poblers tuvieron más suerte en este aspecto, pues consiguieron ocultarse de sus perseguidores como fue el conocido caso de Pablo Cañellas 'Comes', que permaneció oculto en una especie de zulo, en su propio domicilio durante tres años al cuidado de su esposa Rosa Vallespir, en la calle Gran. Al acabar la guerra Cañellas tuvo que pasar un tiempo en la cárcel, juntamente con otros dos poblers represaliados: Joan Pizà Massanet y Francesc Gost Amer.

Dice el historiador Caldés que "Sa Pobla fue un pueblo relativamente tranquilo si lo comparamos con otras poblaciones de Mallorca, si bien se dieron casos de denuncias en las que jugaban un papel clave las cuestiones personales". Durante la guerra, pero también durante un considerable tiempo de posguerra, personas del pueblo que habían tenido algún familiar represaliado eran increpadas por la calle con frases como "malditos rojos" y algunos familiares hasta sufrieron amenazas y una constante vigilancia policial.

LA FET y de JONS (Falange Tradicionalista y de las Juventudes Nacional Sindicalistas) realizó una función muy destacada en proporcionar informes a los juzgados de ciertos ciudadanos investigados por su ideología política y social. Entre ellos: Gabriel Mateu Llorens 'Capellé', (afiliado al Partido Popular), Pedro Morell (del Partido Comunista), Joaquín Massanet Cladera (Front Popular), Margalida Serra Cardell, Antonia Seguí Mayol, Bàrbara Cladera Serra y Joana Caldés Vallespir. Finalizada la guerra, entre 1939 y 1943, siguieron las investigaciones, contabilizándose un total de 44 casos, según el correspondiente registro.

Soldados 'poblers' en los frentes

En cuanto a soldados poblers que perdieron la vida en los frentes de guerra, Joan Miquel Caldés cita a Francesc Cladera Vidal y Agustí Gost Cladera que fallecieron en el frente de Porto Cristo en agosto de 1936 luchando contra las tropas republicanas comandadas por el Capitán Bayo. Y publica una relación de 17 soldados de sa Pobla que perdieron la vida en distintos frentes de la península.

En las conclusiones expuestas en su trabajo, Caldés deduce que "durante los años de la guerra, en sa Pobla se produjeron detenciones, encarcelamientos y algunos casos de condenas a muerte. Se disolvieron todos los partidos políticos contrarios al nuevo orden y se impuso la incautación de todo tipo de objetos con el pretexto de colaborar con la causa de Movimieno Nacional. La Iglesia participó del nuevo discurso ideológico franquista y pasó a desempeñar un papel de más protagonismo en la vida del pueblo."

La despensa de Mallorca

Durante la guerra y la posguerra, sa Pobla, por ser un municipio dedicado a la agricultura, se convirtió en proveedor de alimentos hacia otros pueblos, obteniendo el sobrenombre de "gran almacén." O lo que es lo mismo, Es Rebost (la despensa) de Mallorca, relata el historiador.

En este aspecto, las generaciones de la posguerra todavía recuerdan como sa Pobla era lugar de peregrinación de un buen número de estraperlistas, que venían a abastecerse de alimentos como alubias, patatas, harina o fideos que compraban directamente a los agricultores, almacenes comercializadores de productos agrícolas, a las harineras o a la fábrica de fideos de Cas Xot. Alimentos que vendían clandestinamente en sus pueblos y en Ciutat, a sabiendas del riesgo que corrían de que les fuera decomisado el género por las autoridades competentes.

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