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Del deterioro a la protección real

Ni siquiera la Conselleria se atreve a negarlo. El mantenimiento y la protección han migrado, por falta de acogida, del parque natural de s'Albufera. La incursión humana y más en concreto turística, le han ayudado. La Administración lo disimula con los eufemismos del "paso del tiempo" y la "presión externa". Es más bien abandono, pero ahora adquiere conciencia de que se impone actuar sin más demora porque, además, arrecia la salinización de los humedales.

La solución ideal sería la de hacer compatible la salvaguarda medioambiental con usos científicos, de ocio, ganaderos, agrarios, forestales y cinegéticos. Son muchos elementos y principios por conjugar y equilibrar, pero todo esto es hoy s'Albufera, un patrimonio exclusivo que no puede quedar hipotecado ni devaluado para las generaciones futuras. Por eso se impone reaccionar de inmediato.

La Administración no coge mal camino al decantarse por la ampliación de territorio y conceptos. Todo dependerá del uso que haga de ellos y de la validez que sea capaz de dar a los instrumentos normativos de los que se dota con el fin de asegurar el mantenimiento de S'Albufera como tal.

Se incorporan zonas periféricas de protección y corredores ecológicos que alcanzan hasta la playa del Comú de Muro y afectan a la finca de Son Bosc, durante mucho tiempo amenazada por un proyecto de campo de golf como un signo más de los constantes riesgos a los que está sometido el humedal y las dunas de su contorno.

El área de protección en distinto grado se amplía hasta superar las dos mil hectáreas. No son medidas exageradas a la vista de la situación del parque y los condicionantes reales de la zona en que está.

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