Unos cuarenta calvianers disfrutaron ayer de un recorrido histórico por las escuelas de niñas de Calvià, guiados y asesorados por Manel Suárez. Cinco fueron las escuelas de niñas de Calvià Vila desde el año 1840 hasta finales de los años sesenta.

En esos tiempos, obtener el título de profesora no era tarea fácil para las mujeres, que se debían trasladar a la ciudad a estudiar la carrera universitaria y luego podían ser destinadas a cualquier lugar de la geografía española, lo cual eran un verdadero reto.

La primera escuela femenina, fundada en 1840, estaba situada en la calle Sor Rosenda 11, era un colegio privado de monjas, al que acudían la niñas de 'familias pudientes'. Estas monjas carecían de titulación y enseñaban lo que ellas pensaban que era adecuado para una señorita. Este edificio luego pasó a ser el convento de Sant Pere Franciscanes, que hasta hace unos años estaba habitado por monjas.

La segunda, situada en la calle Major 52, estuvo en funcionamiento de 1884 hasta 1914 y las profesoras fueron Antònia Estelrich Simó y Catalina Fiol Gelabert. Catalina, natural de Valldemossa vino a Calvià con 19 años, se casó, y cuando construyeron su casa consiguió que la parte de arriba se dedicara a la enseñanza, con lo cual se convirtió en la tercera escuela, ubicada en la calle de l'Església 3, que se inauguró en el 1914.

En el año 1931 el Ayuntamiento la clausuró debido a que consideraba que había demasiadas niñas en un espacio tan pequeño, pero al no tener otro adecuado, los responsables del consistorio tuvieron que habilitar la sala de plenos como colegio.

La sala de plenos de la Casa Consistorial fue la cuarta escuela de niñas usada como tal desde 1931 a 1934 y la profesora fue la misma, Catalina Fiol. La quinta estuvo situada en el número 24 de la calle Montcades. Destinaron la planta baja a las niñas mayores y el primer piso a párvulos.

Estuvo en funcionamiento hasta finales de la década de los sesenta. A esta escuela llegaron Maria del Carme Calabuig Tomàs, que daba clase a las niñas de párvulo, y María Herrero Estela, que se encargaba de educar a las mayores.

Ambas fueron expedientas en septiembre de 1936 por la Comisión Depuradora del Magisterio Español, suspendiéndolas de empleo y sueldo por, entre otras acusaciones, enseñar bailes de salón a sus alumnas. María Salvador Senchermés fue la profesora que se hizo cargo de la escuela a partir de esos momentos.