Es una anomalía que llama la atención de propios y extraños. Porqué una ciudad como Manacor no dispone de alojamientos acordes con su volumen demográfico y económico y es prácticamente la última población de Mallorca en incorporarse a la moda de los pequeños hoteles urbanos.
Hay varias explicaciones para ello, algunas de ellas complejas, pero todas confluyen en tres factores esenciales. Son el escaso aprecio que tiene Manacor de si mismo, una actitud que le ha llevado a dar la espalda a su propia realidad para obsesionarse con la costa, la falta de definición y el exceso de especulación urbanística y por último, ligado a todo lo anterior, el deterioro de las calles céntricas que no estimula precisamente la hospitalidad.
