No hay lugar más sensible que el mar para reflejar y sujetarse a los efectos del clima y de las variantes meteorológicas de cada época. El agua del mar, con su calma o su temporal, es un delator de vientos, temperaturas y bonanzas. Es un gran termómetro que gobierna las faenas, la economía y los ecosistemas marinos con gran impacto, positivo o negativo y con efectos más visibles que los de la misma agricultura o los comportamientos de la gente en general.
La pesca es uno de los ámbitos en los que enseguida se nota todo lo dicho hasta ahora. Las malas campañas de los años anteriores y las restricciones impuestas han hecho que disminuyeran de forma progresiva las embarcaciones destinadas a la pesca del jonquillo. La reunión de la última comisión de seguimiento constata, sin embargo, que el buen tiempo, al límite de la exageración, del pasado mes de febrero, ha significado un repunte, más que notable, de las capturas. Los objetivos mínimos a los que podían aspirar los pescadores quedan superados.
Una primavera adelantada, como la de febrero, ha tenido por lo menos un efecto parcial positivo. Satisface o conforma en cantidad a los profesionales de la pesca del jonquillo y su pariente el cabotí con el resultado de poder abastecer también al consumidor de esta apreciada variedad.
