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El impacto de la desproporción

Las energías renovables se vuelven imprescindibles. Mallorca está en una posición y clima ideal para servirse de los recursos que regala el sol. Se trata pues, simplemente, de conjugar necesidad con posibilidad real. Un planteamiento tan sencillo y elemental se vuelve, sin embargo, obstáculo crecido y conflicto en está isla que tiende a la desproporción y concentra infraestructuras de vocación continental.

La mayor parte de los parques fotovoltaicos de Mallorca se han calentado antes por la polémica que por los rayos que reciben del sol. No hay rechazo a su necesidad y utilidad, la discusión que provocan tiene contenidos de desproporción, invasión, impacto, cómo si las cosas pequeñas, discretas y distribuidas de forma proporcional no pudieran ser útiles.

Las placas solares no pueden convivir con normalidad, tanto con fora vila como las zonas urbanas, porque desembarcan en Mallorca en cantidad invasiva y organización demasiado concentrada. El próximo destino es s'Hort d'en Coll, en Selva, en el umbral mismo de la Serra de Tramuntana, ese santuario medioambiental de aclamación admirada y brazos cruzados de complicidad y respeto.

El ayuntamiento de Selva no está por la labor de incorporar un parque fotovoltaico de más de 35.000 metros cuadrados y 12.600 paneles y los vecinos se movilizan en su contra. Mientras, permanece abierta la posibilidad de otorgarle el reconocimiento de utilidad pública. ¿Porqué no puede habilitarse una solución intermedia de una instalación moderada con poco impacto? Seguramente es debido a que los valores de la agricultura mallorquina están de capa caída y que en el negocio de la energía solar también se persigue el beneficio rápido y cómodo sin mirar más allá.

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