Mallorca es un territorio y sobre todo un medio natural débil, exprimido en sus propios recursos. Las plagas de buen olfato lo saben y han decidido migar y acomodarse en esta isla que lleva camino de superar al bíblico Egipto en cuanto a la capacidad de concentrar a depredadores y aprovechados.
No son solo los lepidópteros. Las plagas del cemento, el asfalto y el abandono de la agricultura también propician que todas las metamorfosis de insectos se instalen en Mallorca. La burocracia y la pasividad administrativa constituyen otra plaga. El Govern sabía a ciencia cierta que este año la oruga peluda practicaría el overbooking. A estas alturas del año todavía tramita la declaración formal de la plaga y habla de planes para un control integral. No sabía que los ataques graves requieren también reacciones rápidas y contundentes.
Primero fueron los pinos, después las palmeras, luego los almendros, los olivares y ahora las encinas. Mallorca deja que se resequen por plaga y abandono su arbolado más emblemático y vital, lo cual es igual a resecarse ella misma y no solo en cuanto a paisaje. El panorama no es alentador.
