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La plácida residencia de la mallorca interior

La edad es como el clima. Sirve la comparación con la actual época del año para comprobarlo. Todo va bien mientras se mantienen las calmas de enero, pero en el momento en que al invierno le da por ejercer su derecho a recrudecer temperaturas y aliarse con la humedad y la lluvia, predomina la gripe y todos los reumatismos del envejecimiento y la pasividad.

La bonanza climática y la muralla de industrias y servicios turísticos en la costa han cerrado a la Mallorca interior como una plácida residencia adormecida por el sol en la que tienen cabida jubilados europeos y sobre todo, quienes trabajaron en la agricultura, los talleres y las fábricas de los pueblos. Son residentes que permanecen identificados con el medio que ha sido su hábitat natural y no acostumbran a tener mayor reivindicación que la de la tranquilidad y la salud cada vez más cotizada.

Pero, ellos lo saben, el bienestar no podrá eternizarse en la gran residencia, aún autónoma, de la Mallorca interior. Un día, no tan lejano, llegará el invierno de la vejez inevitable.

En el asunto del desequilibrio demográfico de la isla también hay cambio climático acelerado. Es así porque, entre autovías desproporcionadas, urbanismo improvisado y corrupciones políticas, no ha habido tiempo, ecotasa ni voluntad para reparar en el déficit de la equiparación de servicios sanitarios y asistenciales para los adultos avanzados de hoy y ancianos de mañana mismo. El tiempo no perdona y la Administración castiga.

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