Algunos vecinos de Maria de la Salut han alertado del mal estado en que se encuentran los aisladores de porcelana que sujetaban los cables eléctricos en la fachada de la antigua harinera de la calle Pujolet. Cuando se retiraron dichos cables también se dejaron las ménsulas de hierro, ahora oxidadas.

Algunas de esas ‘tazas’ ya han caído sobre la acera o la calzada, por suerte no hay que lamentar ningún herido. “El peligro es evidente, ya que muchas de ellas están resquebrajadas o rotas y tendrán que retirarse, más vale prevenir” aseguran los vecinos.

Todo apunta a que estos cableados y soportes pueden no pertenecer a la compañía Endesa, en cuyo caso serían responsabilidad de la misma empresa harinera.

En la década de los años 20, la llamada sa Farinera den Gual producía energía eléctrica gracias a unos potentes motores que funcionaban con gas pobre (gasógeno) y proporcionó, hasta entrados los años 50, electricidad al pueblo de Maria, que fue de los primeros de Mallorca que disfrutó de este cómodo invento.

Se suministraba varias horas al día, desde que empezaba a oscurecer hasta una hora antes de medianoche. El horario variaba según fuera verano o invierno. Se avisaba con un par de cortos apagones de que el suministro estaba a punto de cortarse de manera definitiva aquel día. Cuentan los más ancianos que, en aquellas lejanas fechas, los niños de la localidad querían ver con sus propios ojos cómo se las arreglaba el operario encargado de conectar la corriente. Éste les decía, para bromear con ellos, que cuando diera a la palanca la corriente ya salía por los distintos cables “a ver si sois capaces de correr más que ella y llegáis a la plaza antes de que se enciendan las farolas”, les daba el ‘sus’ de salida y los pequeños, en su inocencia, salían con rapidez hacía la plaza y cuando llegaban las farolas ya estaban encendidas; siempre ocurría lo mismo.

Con el tiempo y las enseñanzas de la escuela, se dieron cuenta que aquella era una batalla perdida y que no se podía ir más rápido que la luz.

Sirena

Algunos años más tarde se instaló también una sirena, propia de las grandes industrias, que avisaba de las dos entradas y salidas al trabajo. Curiosamente esta sirena también marcó de alguna manera el resto de la vida laboral y cotidiana del municipio. Era frecuente escuchar alguna madre diciendo a sus hijos: “Después de tocar la sirena os quiero en casa”. No había excusas, el peculiar sonido se escuchaba muy bien en todo el pueblo y alrededores.

En Sa Farinera se colocó un reloj manual para marcar la hora de entrada y salida de los operarios. Toda una innovación en los centros de trabajo de aquella época. Este reloj se utilizaba también para controlar el tiempo que algunos carpinteros de la localidad, ajenos a la empresa, que utilizaban la sierra y los cepillos en los avanzados talleres de que disponía la factoría. Junto a las naves de la industria harinera se levantaba la vivienda de los propietarios. Fue el primer domicilio que tuvo instalado un televisor y son numerosos los vecinos que recuerdan haber visto allí los primeros partidos de fútbol televisados.