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La complejidad de las exhumaciones

El éxito alcanzado en las primeras exhumaciones de las fosas de la Guerra Civil y el mismo hecho de poder llevarlas a término, después de largas décadas de espera, creó la impresión de que todo sería cuestión de trabajo y tiempo. Ha sido una percepción errónea. La experiencia de lo realizado hasta ahora deja también la algunos fracasos y decepciones. Es tarde. El rigor profesional de quienes llevan a cabo las excavaciones, la voluntad de concienciados y allegados de las víctimas y la normativa legal establecida no bastan. Ha pasado demasiado tiempo desde la contienda fratricida. No lo ha hecho en vano, ha dejado mella igual que las actuaciones y las obras en algunos cementerios.

Los trabajos se desarrollaron en vano en Montuïri y ha vuelto a ocurrir, de forma parcial, en Calvià. En este último municipio tampoco se han cumplido las expectativas. La directora de la excavación confirma que solo se ha podido hallar el cuerpo de una víctima, el de Juana Vaño, si bien otros restos rescatados de forma parcial pueden corresponderse con los de más represaliados.

Que las sepulturas que se han ido levantando en los últimos setenta años compliquen las exhumaciones resulta hasta cierto modo lógico y comprensible, pero el obstáculo de la anarquía administrativa y la falta de documentación de la que adolecen algunos cementerios es más difícil de justificar.

El propio efecto de la guerra civil puede ser causa del camuflaje documental de lo ocurrido, pero desde entonces ha habido tiempo y medios para aclarar y plasmar testimonios. Ha faltado la voluntad de hacerlo. Se está demostrando que, a la par que los cuerpos, se debe exhumar la documentación de la misma tragedia.

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