Aquejado de vejez prematura, el hospital de Manacor sobrevive como puede bajo los efectos secundarios de unas infraestructuras insuficientes para atender a la población de su área de influencia. Es un síndrome que le hace pregonar éxitos y victorias antes de iniciarse el partido. Pura teoría y pronóstico que no garantizan nada por adelantado aunque, claro, a más medios, mayor probabilidad de eficacia.
El hospital obsoleto busca la salida hacia adelante, la terapia de la ilusión y la esperanza. Quiere que sus pacientes centren los síntomas de sus necesidades hacia el servicio de urgencias, las resonancias magnéticas y en parking de mañana antes que en las largas esperas y los colapsos de hoy.