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Paseo y comercio de túnel abierto

En todo hay repercusiones y consecuencias. Los sollerics tienen el derecho de acceder o salir de su casa en igualdad de condiciones con respecto a cualquier otro mallorquín. La gratuidad del túnel puede interpretarse como justa y necesaria desde este punto de vista, pero tampoco se puede obviar que nada es inocuo y que precisamente Sóller se halla en el paraje más singular y más condicionado de la isla, en cuanto a accesos.

La apertura del túnel ha incidido de forma directa sobre la geografía humana de la Vall y no tanto como se esperaba sobre su economía. Un año de gratuidad del paso subterráneo demuestra que prima el Sóller de escaparate, la postal, en perjuicio de una inmersión real y plena en la vida del municipio. También ha habido una depuración demográfica, han desaparecido los sollerics de conveniencia, esos que solo estaban adheridos al padrón para beneficiarse del descuento de residente. Se notará a efectos estadísticos en todos los sentidos porque eran 800, un subpueblo flotante. Hay municipios de Mallorca que no tienen tantos habitantes. Sóller ha incrementado su función de calles y plazas para paseantes sin que ello comporte mayor consumo por parte de los foráneos y sí verdaderos problemas de estacionamiento, con matices y diferencias por lo que respecta al Port y a la ciudad.

Otro efecto nada desdeñable es el de los incrementos en el precio de la vivienda y los alquileres porque, como se ha apuntado antes en sentido inverso, la gratuidad del túnel significa también un vuelco en el sentido residencial. También parece evidente que oposición y gobierno municipal se habían limitado a teorizar sobre la gratuidad sin prever sus repercusiones reales.

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