Recordaba Jordi Soler en un artículo publicado en la revista local Sa Plaça en diciembre de 1997 la santa costumbre de felicitar las Navidades que antaño existía en sa Pobla y en todas las poblaciones de Mallorca. Un ritual tradicional desparecido ya de nuestro costumario que practicaban, como si de una obligación se tratara, todas las familias la tarde de la segunda fiesta de Navidad y del día de Año Nuevo.

Anar a donar ses Bones Festes consistía en que después de comer, padres e hijos, ataviados con sus mejores galas, acudían al domicilio de sus mayores, que les esperaban junto a la lumbre del hogar o sentados en la camilla. Allí reunidos, además de desearse mutuamente unas felices fiestas y un próspero nuevo año, entablaban su particular tertulia. Mientras, degustaban unas galletas de coco, un trozo de turrón y tomaban un sorbito de mistela. Las frases hechas más empleadas para expresar sus deseos eran: " Que les vegem santes i alegres" por Navidad, y " Així com l'hem vist començar, el vegem acabar", o " venturós any nou", con motivo del día de Año Nuevo.

Para dar por terminada la visita, era costumbre que los niños y sus padres besaran la mano a los abuelos y familiares más mayores, que correspondían obsequiando a los niños con algunas monedas que al salir iban a gastar rápidamente al tenderete de chucherías de es Panero o en Calent, instalados en la Plaza Mayor.

El mismo ritual solía repetirse visitando varios domicilios familiares de ambos consortes y si los familiares más cercanos eran numerosos, el recorrido de casa en casa y sus preceptivas tertulias podía prolongarse toda la tarde. En ocasiones, tales visitas no solían ser demasiado alegres, ya que siempre se recordaba a algún familiar ausente.

Comidas típicas

Las fechas navideñas también eran propicias para intercambiar visitas entre familiares residentes en otras localidades, que a través de distintos medios de locomoción se desplazaban a cumplir su compromiso con sus mayores. Era también costumbre que todavía perdura en algunas familias reunirse a comer el día de Navidad y dar buena cuenta de un suculento arròs brut y lechona asadaarròs brut, el menú más típico en la Part Forana el día de Navidad. Otros manjares típicos caseros, elaborados por la ama de casa, eran la coca de torró amb neules o el tambor d'ametlla, que constituían el plato dulce de estas fiestas.

Decía Soler en el citado artículo, hace 20 años, que "hoy parece haber entrado en crisis el concepto de familia, entendida como estirpe o saga. Hoy el núcleo familiar está reducido a los mínimos, si bien todavía, el día de Navidad se reúne la familia estricta en torno al Pater familias disfrutando de una buena comida, a cuyos postres los más pequeños recitan, subidos sobre una silla, el poema navideño o la cancioncilla que han aprendido en el colegio".

Las generaciones nacidas a mediados del pasado siglo XX recuerdan aquel ritual de dar las bones festes y otras formas de felicitar las navidades que con el paso del tiempo iban imponiéndose y que no dejaban de contener un sentimiento cariñoso y romántico, de buenos deseos hacia familiares y amigos. Deseos y sentimientos que se expresaban por carta y más tarde a través de aquellas originales postales navideñas que tanto trabajo de reparto daban a los carteros.

En las ciudades repartían sus felicitaciones de Navidad, puerta por puerta, los serenos, los basureros y otras personas que realizaban unos servicios públicos escasamente remunerados, y que con su detalle se veían recompensados con algunas monedas, un donativo (aguinaldo) con el que alegrar sus humildes navidades.

La tecnología se impone

El progreso y los avances tecnológicos, poco a poco, o demasiado rápido, han ido enterrando y deshumanizando aquellas nostálgicas añejas maneras de felicitar la Navidad.

Primero fue el teléfono fijo, luego el móvil y su WathsApp y después internet y su Facebook y otras redes sociales se han llevado buena parte de aquel entrañable espíritu navideño que invadía aquellos hogares de la Part Forana mallorquina de hace solo una centuria.

Hogares, los de hoy, en los que el iluminado árbol de Navidad y el funanbulista Papá Noel han acabado por sustituir aquel belén familiar que montaban con tanto cariño padres y niños.

Afortunadamente y gracias al ingenio de algunos nostálgicos, seguimos gozando y admirando algunos estupendos belenes, muchos de los cuales rinden alegoría a las costumbres y tradiciones isleñas. La tradición de montar los nacimientos con todo lujo de detalles aún sigue viva en muchos hogares de la isla en los que los niños y niñas cuentan los días para poner en marcha su imaginación y crear un belén que siempre es mejor que el del año anterior.