Julia procede a hacer inventario de su vida. Lo hace de forma pausada y en voz baja, porque su nieto pequeño está haciendo la siesta y no quiere despertarle.

Empieza por la edad. Tiene 75 años - "76 el mes que viene", apostilla. Vive sola en un pequeño apartamento de Santa Ponça, en la costa de Calvià. Cobra una pensión no contributiva de 360 euros al mes, de los cuales 300 los dedica a pagar el alquiler del piso. "La verdad es que este dinero no me llega para nada", dice. Cuenta que vivió tiempos mejores, pero tampoco se extiende mucho más sobre el asunto.

El niño parece que entreabre los ojos. Y gime. "¡Duerme muy poco este niño!", se sorprende Julia. Son las 12.30 horas y es la hora de recibir al repartidor que aparca su furgoneta en el aparcamiento. Desde el pasillo Julia le pide también que no haga ruido. Ya se sabe, el nieto.

Ella -Julia (nombre inventado, porque quiere guardar el anonimato)- es una de las usuarias del servicio de comida a domicilio para personas mayores del municipio; una iniciativa del departamento de Bienestar Social del Ayuntamiento, a través de la Llar de Calvià.

La gerente de la Llar (la residencia de mayores), Carmen Pérez Blasco, explica que en la actualidad hay una veintena de usuarios del servicio, de todos los núcleos del término: Santa Ponça, El Toro, Peguera...

"El perfil son personas mayores de más de 65 años con problemas para prepararse la comida, para desplazarse a hacer la compra. Y muchas veces estos usuarios no pueden garantizarse una nutrición correcta y habría algún riesgo de malnutrición. Hay personas que tienen problemas en el domicilio, que no está en las condiciones adecuadas para preparar las alimentos", dice.

Las solicitudes de estas personas son valoradas por los técnicos del departamento de Bienestar Social del Ayuntamiento calvianer y, si son aptas para recibir el servicio, entran en el listado de reparto coordinado por la Llar.

Los usuarios pueden elegir entre recibir comida y cena diaria o bien sólo una comida o una cena al día. Se ofrece la posibilidad de que el reparto se haga en días sueltos o durante toda la semana. En el caso de Julia, ella dice que sólo pide la ración de la comida. "Con este plato me basta. Tampoco quiero abusar", comenta, cuando el repartidor le hace entrega de la ración.

En la cocina de la Llar

La comida se prepara en la cocina de la Llar, y se encarga el mismo adjudicatario del servicio de comedor de la residencia de ancianos: la empresa Sodexo. En torno a las 11.30 horas, ya se está emplatando en recipientes térmicos el menú de hoy: de primero, alubias pintas estofadas y, de segundo, unas albóndigas con salsa de tomate. Para diseñar los menús, se tienen en cuenta los informes médicos aportados previamente por los usuarios.

A partir de aquí, se elaboran dietas personalizadas, bajas en sal o de "protección hepática", detalla la gerente de la Llar.

Dieta mediterránea

"Nuestra cocina está basada en la dieta mediterránea. La Sociedad Nacional de Nutrición es la que nos marca las pautas. Nosotros trabajamos en colaboración con la Llar de Calvià. A la doctora se le facilitan unos menús, que ella supervisa. Y, si hay algún cambio, se pasa a nuestro departamento de nutrición", detalla Carlos Santos, el responsable del servicio de alimentación de Sodexo, la compañía adjudicataria.

"Nuestros estándares se basan en estos pilares: mucha comida mediterránea, poca fritura, dieta adaptada a los nutrientes de los pacientes y seguridad alimentaria, que es uno de los puntos fundamentales de nuestra empresa", añade Santos.

Una vez finalizado el proceso de emplatado, llega el momento de preparar el reparto. Cada menú, se coloca en una bolsa con una etiqueta en la que constan el nombre, la dirección y el tipo de dieta.

"A cada usuario se le entrega la bolsa y se recoge la del día anterior. Aquí tenemos montada la comida, en el termo isotermo, su panecillo, la fruta, la verdura y el agua. Todo esto se transporta en una furgoneta isotermo para que nunca se rompa la cadena del frío y para que la seguridad alimentaria siempre sea completa", explica Santos.

A partir de las 12.30, la furgoneta se pone en marcha, y emprende su itinerario por los domicilios de los diferentes usuarios. No todos ellos llegan a este programa por los mismos motivos.

Como indica Pérez Blasco, los hay que sufren problemas de movilidad u otro tipo de enfermedades que les impiden salir a hacer la compra y cocinar. En otros casos, sufren dificultades económicas, y tienen muchos problemas para llegar a fin de mes.

Precio público

El precio del servicio público es de 6,36 euros por la comida y de 3,18 euros por la cena. El usuario debe pagar en función de su renta. En el caso de que la renta per cápita mensual del núcleo familiar sea igual o inferior al salario mínimo interprofesional, el servicio será gratuito para el solicitante.

Éste es el caso de Julia, que cobra una pensión no contributiva de apenas 360 euros. Antes de ponerse a comer, Julia se despide del periodista pidiéndole que, "por favor", deje constancia de lo siguiente: "Necesitamos mucha ayuda y [necesitamos] que la gente sepa que una persona sola con una paga no contributiva no puede vivir si no le ayudan de alguna manera".

Agradece también el trabajo de su asistente social de Santa Ponça, Sonia. "Me ayuda mucho", dice. "Sin este servicio, seguiría comiendo, sí, pero no comería igual", apunta.