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Descontrol demográfico y de servicios

Para vivir en un sitio no basta residir en él. Para que ambos factores coincidan resulta imprescindible el equilibrio y la confluencia entre demografía y servicios públicos. No es el caso de Campos. Las causas son conocidas y explicables.

Una impulso urbanístico alejado del crecimiento racional e irreverente con la crisis económica, alentado aún por la equidistancia en las comunicaciones y el impulso comercial, han hecho que Campos se convirtiera en un lugar de refugio para más de tres mil nuevos habitantes en apenas una década. Las dotaciones docentes y sanitarias del municipio, por hablar solo de los servicios más elocuentes, no han hecho el mismo recorrido.

Con tales circunstancias, Campos es hoy un municipio en el que se puede residir pero en el que resulta mucho más complicado vivir. Está bien para dormir, hacer la comida, descansar, dar un paseo y hasta aproximarse a la playa virgen pero saturada. Todo lo demás, muy complicado, una sucesión de carencias y dificultades. Son los problemas que surgen cuando no se alcanza a mirar más lejos del cemento y se marginan los equilibrios y las previsiones.

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