Dos meses dan perspectiva y serenidad mínima para ver las cosas en toda su crudeza y emprender la reparación de lo que el agua anárquica arrasó. Artà no fue el municipio peor parado de la torrentada del Llevant. Que su ayuntamiento cifre en 950.000 euros el valor del daño causado, solo en infraestructuras y dependencias municipales, actualiza la dimensión de un desastre que no fue solo material y económico.
Sin embargo, la valoración de daños sirve como reflejo de las secuelas personales y públicas que dejó la torrentada y con las que, en este caso concreto, deben batallar a diario los artenencs, porque la vida no es igual si el pavimento de los caminos rurales está arrasado, el polideportivo dañado y el cementerio herido en disponibilidad y sensibilidad. Las peticiones de rapidez y eficacia en la reparación que hacen los vecinos solo puede provocar reacciones de comprensión y solidaridad. Esperemos que también solvencia administrativa.
