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Demografía e historia

Las primeras emigraciones peninsulares a Montuïri siguieron un cauce idéntico

La búsqueda de trabajo y de unas mejores condiciones de vida motivó centenares de desplazamientos de hombres y grupos familiares

Escalas y Mas durante la presentación de su comunicación en las recientes jornadas 'montuïreres'. Biel Gomila

n "Las características de las primeras emigraciones peninsulares a Mallorca fueron idénticas en los pueblos de la Part Forana", exponen los historiadores montuïrers Guillem Mas Miralles y Catalina Escalas Tous, autores de la comunicación que presentaron en las III Jornades d'Estudis Locals.

Los primeros que arribaron como grupos familiares procedían de la provincia de Murcia, concretamente de la zona comprendida entre los municipios de Caravaca de la Cruz y Mula o sus alrededores y a los que cabe añadir los de Fuentealbilla, de la provincia de Albacete, y Galera, de Granada . "De este colectivo -señalan- la primera persona que hemos encontrado fue mujer y ya aparece en el padrón municipal de 1950. Estuvo casada con un montuïrer y fue madre de dos hijos".

La mayoría vino entre finales de los años 40 y principios de los 60. Utilizaron como medio de transporte el barco desde Alicante o Valencia. Muchos de ellos vieron el mar por vez primera.

Causas

Los motivos, lógicamente, eran la búsqueda de trabajo y unas mejores condiciones de vida, que obtuvieron y que propiciaron que no volvieran a residir en sus lugares de procedencia. "Se quedaron aquí donde formaron una familia".

En las tierras que les vieron nacer había muy escasa oferta laboral y eran ínfimos los salarios. El hecho de tener una familia numerosa -alguna, incluso, compuesta por dieciocho miembros- en la que vivían juntos abuelos, padres e hijos agravaba su situación.

"Cabe considerar -remarcan Escalas y Mas- que las familias estaban ligadas a los grandes latifundios propiedad de pocos terratenientes y, por tanto, no existían salidas profesionales".

Llegada a Mallorca

La forma de llegada de los grupos familiares era casi siempre la misma. Algunos de sus miembros -siempre hombres- se desplazaban los primeros a la isla para tratar de encontrar trabajo y realizar una prospección sobre las condiciones del lugar. "Los aspectos que más les interesaban se referían a cómo obtener el trabajo, unos salarios dignos, vivienda y poco más".

Una vez verificada la prospección y si la consideraban positiva -algo que casi siempre ocurría- reclamaban a la totalidad de la familia para que se desplazase a Mallorca. En aquellos tiempos, el hecho de abandonar su lugar de origen suponía un gran paso y una apuesta arriesgada.

Guillem y Catalina aseveran que "había casos realmente sobrecogedores y demostrativos de las necesidades de la época". Tal es el caso de una viuda que vino a Palma con tres niños, dos hijas y un hijo. Este último -de trece años- se desplazó a Montuïri a pie (30 kilómetros) donde consiguió un puesto de porqueret (porquerizo).

Escolarización

La formación académica de los nouvinguts puede calificarse de deficiente puesto que la mayoría no sabía leer ni escribir en contraposición a los datos de los padrones de habitantes que apuntaban que "la mayoría de los montuïrers sabían letra".

Las necesidades familiares obligaban a los niños mayores de diez años a laborar en las fincas como porquerets o petits missatges a temprana edad.

Algunos niños acudían a clases nocturnas de alfabetización; no así los adultos, muchos de los cuales permanecieron sin estudios hasta su óbito. La formación de las mujeres era todavía peor.

Al paso del tiempo, la situación fue solucionándose al disponer de estabilidad económica y una vivienda digna. Entonces los pequeños ya comenzaron el colegio. Por otra parte -tal como ocurría a los soldados de determinadas zonas peninsulares que venían a cumplir el servicio militar en Mallorca- algunos inmigrantes aprendieron a leer y escribir durante su estancia en el cuartel.

Trabajo

Resulta evidente que estas personas se adaptaban a la oferta de las labores más corrientes de la época. "Agafàvem el que podíem", confiesan en nuestra lengua.

La actividad profesional más demandada a finales de los cuarenta y principios de los cincuenta era la agricultura, para la cual contaban con la buena preparación y experiencia en sus tierras de origen. Por ello eran bien acogidos por los amos de los predios. Hubo quienes estuvieron en la misma finca durante décadas.

La propia evolución económica de la isla cambió la situación profesional, especialmente la de los hijos de inmigrantes que -como otros muchos mallorquines- marcharon a la hostelería. La industria y sector servicios derivados de la construcción en Montuïri -tanto como albañiles o en la fabricación de materiales- facilitó la ocupación laboral que se incrementó merced al boom turístico de los 60.

En esa última década, ya hubo jóvenes que dejaron la villa y fueron a vivir en Palma o zonas costeras. Aunque en el censo constaba "sus labores", las mujeres trabajaban como sirvientas o asumían tareas del campo o domésticas, tales como limpieza, custodia de niños o blanqueo de casas.

Residencia

La concentración de inmigrantes en las mismas calles resulta un factor curioso. En Montuïri fueron las de Creu den Gegues y ses Tres Creus las prioritarias a causa de la escasa capacidad económica de los nuevos inquilinos. La concentración humana en estos edificios era numerosa puesto que también lo eran las familias.

Una de las primeras ilusiones y objetivos de los nouvinguts era el disponer de casa propia: "Existían unos deseos fervientes y una motivación por un arraigo definitivo en Montuïri o Mallorca", resaltan Escalas Tous y Mas Miralles.

"Una prueba de ello -continúan- es que casi nadie nos ha comentado que sintiera nostalgia por su tierra natal, una tierra que habían abandonado como consecuencia de las penalidades y poco futuro, para ellos y sus descendientes". En este sentido, los encuestados les repetían una y otra vez: "Montuïri és ca nostra".

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