Está muy bien, luce mucho, estrenar las infraestructuras públicas. Es lo que más satisface a las autoridades. A los ciudadanos, en cambio, les importa más la utilidad que tienen y el servicio que prestan.
Los pabellones deportivos se han convertido en los últimos tiempos en la joya de la corona de muchos ayuntamientos. Lucen una barbaridad, pero también chirrían hasta el estruendo cuando su mantenimiento y organización va a la deriva, cosa que ocurre con demasiada frecuencia. El caso de Andratx no es una excepción, pero eso no justifica ni amortigua nada.
Los polideportivos municipales, si están bien dotados, son una infraestructura compleja y diversa por la que transita mucha gente, dos características que, por sí solas, hablan de la polivalencia de su cuidado. La experiencia va demostrando que falta entrenamiento eficaz para que usuarios y responsables públicos sepan jugar el permanente partido de su cuidado integral.
