Ver y, si es posible, que te vean, aunque este último aspecto importa sobre todo a los comerciantes y, ya en exceso, a una clase política que ayer se prodigó y se incrustó en el Dijous Bo preelectoral. Estaban hasta las siglas no parlamentarias de nueva irrupción. El voto también es una oferta mercantil. El candidato lo compra a cambio de una sonrisa, un apretón de manos y dos palabras amables. Nada mejor que la masificación del Dijous Bo para cultivarlo. Dentro de su anonimato no queda huella ni compromiso.
Las grandes ferias comerciales mantienen su vigencia porque incentivan su aspecto lúdico bajo pretexto de negocio. El Dijous Bo es el mejor exponente de ello. Importa el bullicio, gente como reclamo de la gente. Todos van y yo también debo estar. El producto necesario o el objeto de capricho se ha vuelto secundario. De no hallarlo en los ocho kilómetros de tenderetes del Dijous Bo siempre puede estar en la feria permanente de la gran superficie o la invasiva y eterna del comercio electrónico.
La lluvia disipó. Fue un alivió, en especial para los vendedores, molestos por el fuerte incremento de las tasas municipales. El Ayuntamiento es quien hace la mejor caja del Dijous Bo, en lo económico y en lo político. La inversión en organización, diversidad y soportes exteriores le resulta rentable. Pocas cosas se le reprochan este día. A Inca le importa permanecer en primer plano destacado de las mejores ferias. El coste que ello supone se acepta sin rechistar.
Asiduos y veteranos del gran evento dicen que este año hubo menos gente. En algunas calles incluso se podía transitar sin problemas, pero son minucias de la masificación, anécdotas del Dijous Bo tradicional, histórico, consolidado y actualizado. Mantendrá su vigor porque la Mallorca del turismo residencial, la excursión escolar y la inversión de la pirámide de población, con incremento de jubilados, es terreno abonado para su clientela.
