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El camino de un pueblo

Una exposición y un libro rememoran los 50 años de la recuperación de la carretera del Castell de Alaró

Un grupo de ´alaroners´ en un descanso de los trabajos que se hacían en domingo. el cami dún poble

La reconstrucción del camino que une las casas del Verger con el Pouet para acercar el Castell a Alaró es una historia de cooperación y esfuerzo contada de primera mano por sus protagonistas a través de un libro y una exposición abierta en Son Tugores. Fue un trabajo ejecutado hace medio siglo durante seis meses, domingo a domingo, por cientos de voluntarios. Lo que un día fue una utopía se convirtió en una realidad solidaria gracias a muchos habitantes del pueblo.

Josep Lluís Pol, autor del libro El camí d'un poble, ha recopilado testimonios e imágenes de la historia del camino que se recuperó hace ya 50 años. Han colaborado el Ajuntament, la Associació Cultural Al Rum, la Fundació Castell d'Alaró y la Associació de Voluntaris del Castell,.

Antes de los años veinte del siglo pasado, la única vía de acceso al Castell era un camino de carboners rústico y dañado. En 1922 durante una fiesta de fin de curso en el colegio Nuestra Señora de la Consolación, el párroco Jaume Pascual anunció que, con motivo del III centenario de la construcción de la ermita de la Mare de Déu del Refugi, culminarían las obras de la carretera de acceso al Pouet. Antonio Oliver Delgado había adquirido dos años antes la possessió del Verger y donado los terrenos necesarios para construir el sinuoso camino. El 6 de noviembre de ese mismo año se inauguró coincidiendo con el día en que la Mare de Déu del Refugi era devuelta a la ermita de la montaña. En 1923 el Estado destinó 20.000 pesetas a la obra. Sin embargo, cuando faltaban apenas unos 30 metros para llegar al Pouet los trabajos se detuvieron.

En 1958 un grupo de alaroners constituyeron el patronato Amigos del Castillo de Alaró. El colectivo se reunió el 14 de setiembre de 1958 para pedir a la Mare de Déu del Refugi su intercesión para construir un nuevo trazado. En 1960 el ingeniero Andrés Parietti y Lliteras presentó un proyecto para que la nueva carretera llegara hasta el mismo oratorio, situado en la cima, gracias a un túnel que debía pasar por debajo de las murallas. Las carencias económicas frustraron el plan. En la nota de escritura figuran las firmas Antonio Ordinas Català propietario de la montaña y del Verger y Gabriel Server Capó, ecónomo de la parroquia de Alaró. Ordinas cedió para el proyecto el camino y toda la superficie de la montaña. El convenio sería válido si la ejecución se llevaba a cabo antes de que pasaran cinco años desde la firma, pero nunca llegó a realizarse.

Josep Fullana era un buscador nato de restos prehistóricos. En una de tantas subidas al Castell d'Alaró se detuvo delante del camino que hacía años que se encontraba abandonado. Los carboners, únicos interesados en su conservación, habían abandonado su actividad y el camino quedó en desuso. El tramo entre el Verger y el Pouet se llenó de vegetación y las grandes dimensiones de las rocas imposibilitaban el tráfico de vehículos. Solo se podía acceder desde el Verger al Castell a pie y con mucha dificultad.

A partir del descubrimiento de Fullana, se impulsó la recuperación. El motivo principal fue la devoción del pueblo a la Mare de Déu del Refugi. Se pretendía facilitar el acceso en coche hasta un lugar próximo a la cima. También se quería aprovechar el boom turístico de los años 60 y se llegó a estudiar la construcción de un teleférico.

En 1967 Fullana, que era delegado de la Caixa de Balears, y el párroco de la localidad, Bartomeu Bennàsar, junto con la cofradía de la Mare de Déu del Refugi, emprendieron la tarea de rehabilitar la carretera del Verger al Pouet.

El 18 de septiembre de ese año se convocó una reunión en la rectoría para que Pep Fullana presentara el plan de recuperación del camino. Tomeu Clar, Miquel Reynés Rec, Pep Santis y Sebastià Jaume formaron una comisión organizadora. Empezaron a movilizarse los voluntarios que constituyeron la mano de obra sin coste Entre semana, muchos jóvenes recolectaban dinero y comida para las jornadas dominicales de trabajo.

Empezaron por desbrozar la vegetación que ocupaba el camino. Una vez terminada esta tarea debía ensancharse para que se pudiera acceder en coche. La curva próxima a las casas del Verger se amplió y de este lugar se extrajo buena parte del material para tapar los baches del camino. Las curvas tuvieron que ampliarse para que los coches no tuvieran que maniobrar repetidas veces. En cada una de las curvas trabajaban entre siete y ocho personas. Dos o tres picaban y quitaban la tierra, otros llenaban los cestos y los demás echaban los escombros.

Pusieron nombre a algunas de las curvas. Pedro recuerda que una de ellas fue bautizada como la dels Caparruts, era tan cerrada que muchos vehículos quedaban atascados en ella. Para reconstruir las paredes, los hermanos Llameta, que eran margers, subían cada domingo con su martillo y se encargaban de los bancales. Empresas, entre ellas Socías y Rosselló, cedieron materiales como excavadoras, azadas, picos, cestas de goma, palas y alguna sierra mecánica. Joan Campanater subía el tractor con jóvenes encima festejando y cantando durante la subida, las panaderías aportaban el pan para la merienda y Joan Riera Pitos subía su furgoneta de Trinaranjus, una Renault 4 amarilla y verde, con bebidas para endulzar la merienda. En el libro de Pol se publica una imagen que demuestra que las mujeres eran las encargadas de la comida delante de las casas del Verger o en el restaurante del Pouet, que comenzó a funcionar en esta época.

El entusiasmo de un centenar de personas hacía que cada domingo a toc d'auba subieran a pie, en coche e incluso en carros, para empezar la jornada de trabajo. "Era una fiesta con mucha euforia", recuerda Pedro. Se alcanzó el Pouet tras aplanar el camino con tierra y piedras, también se habilitó el estacionamiento e incluso se hizo un portell en una pared para que cupieran más coches.

El día de la inauguración fue el 26 de mayo de 1968. Asistió medio pueblo. "Creo que subieron alrededor de cien coches; Wolksvagen y Seats 600". El obispo de Mallorca, Rafael Álvarez Lara ofició la misa. Hubo banda de música, ofrendas florales, besamanos y la gente desfilaba delante de la Mare de Déu para dejar donativos, un gesto de gratitud y satisfacción tras ese duro trabajo. Durante los primeros años del camino subía mucha gente, "había días del Ángel que no había espacio suficiente ". Como relata Josep Lluís Pol i Llompart en su libro "la idea fou una espurna que saltà enmig d'uns pocs, però que encengué centenars d'alaroners".

Después del logro colectivo de la carretera, se creó una comisión dedicada a la reconstrucción de las casas, el porche de delante de la capilla se montó con cañas cortadas en Son Forteza, "desde Solleric subimos una máquina para pelar las cañas, durante unos siete u ocho domingos. Incluso, pedimos ayudas y colectas. Al reconstruir las casas, muchísima gente hizo donativos". El camino no ha cambiado mucho durante estos cincuenta años "1.800 metros de recorrido que salvan 136 metros de desnivel", un camino que guarda en cada piedra la historia de un proyecto ilusionante, que fue tomando forma gracias al esfuerzo, la cooperación y la solidaridad de los alaroners.

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