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Las profesiones que se perdieron con el ´boom´

El último número de la colección ´Memòria de Calvià´ recuerda oficios ya desaparecidos, como los ´piners´, los ´moliners´ o las ´barraleres´

Las profesiones que se perdieron con el ´boom´

El recorrido lo hacía andando. Cuatro horas de ida y cuatro de vuelta. Desde Calvià vila hasta Palma, por la carretera antigua. A la espalda, un saco lleno de zapatos, con encargos de clientes y herramientas. Y así cada semana Jaume Pallicer, de Can Porxet, conocido como Mestre Jaume, se ganaba la vida como zapatero.

Una historia del Calvià de antes del boom turístico, que cambió por completo el mapa laboral del municipio a medida que perdía sus raíces agrícolas y ganaderas. Ante una industria pujante que demandaba mano de obra para los hoteles y la oferta complementaria (camareras de piso, cocineros, recepcionistas, dependientes...), desaparecían por el camino profesiones de toda la vida.

Como las barraleres, por ejemplo, que eran una madre y una hija de es Capdellà que 'cordaven' botellas de vidrio con vímet o jonc. O los leñadores especialistas en pinos. Como Tomeu Quetglas Colom, cuyo apodo era es Piner, que se ocupaba de talar los pinos que los técnicos señalaban previamente. Al igual que él otros leñadores se dedican a la tala de árboles que después se transportaban a la ciudad.

Las suyas y otras historias de antiguos oficios aparecen en el último número de la colección Memòria de Calvià, impulsada por el departamento de Cultura del Ayuntamiento para salvaguardar la memoria colectiva del municipio. Otros estudios de esta colección se han dedicado al club de fútbol de Calvià vila o a las publicaciones impresas que ha habido a lo largo de la historia del término, entre otros temas.

Padrones municipales

En esta ocasión ha sido Brígida Gomila (Calvià, 1987), una licenciada en Historia del Arte por la UIB y actualmente docente interina en Eivissa, la encargada de llevar a cabo la investigación. "Catalina Caldentey [directora ejecutiva de la colección] y Agustí Aguiló [coordinador de la publicación] me conocían de haber hecho unas prácticas en el Ayuntamiento y me pidieron si podían contar conmigo para realizar este número de la colección 'Memòria de Calvià", explica Gomila, en conversación con este diario.

Para llevar a cabo su estudio, se sumergió en antiguos padrones municipales, en censos, en listados de contribución urbana y en la bibliografía existente, como los trabajos de Joan Llabrés y Jordi Vallespir. Las fuentes orales también desempeñaron un papel clave. "Ayudan a profundizar más en detalles más subjetivos", apunta la autora.

Como parte de la colección, se registró un vídeo con cinco testimonios directos o indirectos a partir de lo que vivieron en sus casas sobre antiguos oficios. Así, intervinieron Xisco Sis Salvà, que relató la experiencia del oficio de zapatero; Margalida Pujol, sobre el trabajo de forner; Antònia Quetglas (piner); Magdalena Quetglas (ferrer); y Bàrbara Juan (saig y central telefónica). En total, Brígida Gomila ha recopilado en su estudio aproximadamente 120 oficios antiguos, aunque subraya la dificultad de dar una cifra absoluta. "Los oficios varían con el tiempo. Según la época, van apareciendo unos y desapareciendo otros", detalla la autora, que introduce otra reflexión que daría para un libro entero: los oficios al margen de la ley.

"Durante la investigación, me pregunté qué sería de 'oficios' como la prostitución o el contrabandismo... O los brujos. Biel de Can Malero había escuchado historias sobre una 'bruja', una mujer sabia a la que debían de acudir para encontrar remedios o para cosas menos positivas", indica Gomila.

En el universo laboral del Calvià preturístico, había hueco para los carreteros, los picadores de marés, los zapateros. Pero también para las cossidores, las carniceras -como Maria Balaguer, de es Capdellà- y las forneres -como Prudència y Margalida Pujol, también de es Capdellà, que heredaron el horno Can Gaspar de manos de sus padres. El boom y el crecimiento de una economía auxiliar de servicios definió el nuevo mercado de trabajo. "Algunos de estos oficios todavía se desarrollan, claro. Antes, muchos de ellos se encontraban en Calvià vila, ¡ahora hay que visitar el polígono para encontrarlos!", afirma Gomila.

Eso sí, en Son Bugadelles, será difícil encontrar historias equiparables a las de ese municipio preturístico donde Mateu Morell, Mestre Mateu de Son Sans, experimentó un encargo difícil de de olvidar. Como refiere Gomila, la familia de un potentado que estaba enfermo le encargó a este carpintero un ataúd de lujo. Como quiera que el prohombre vivió más de lo previsto y el encargo quedó en el olvido, el objeto estuvo tanto tiempo en su domicilio que, al final, su mujer le acabó dando un ultimátum para que se deshiciese del ataúd de una vez.

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