Otra vez nos hallamos ante la mujer del César, esa imagen y esa semejanza que tanto se asoman a todos los ventanales y ventanucos de la política mallorquina, en la que los lindes de lo público y lo privado tienen el vicio de alterarse. O se diluyen y despistan a conveniencia.
La honradez, cuando afecta a los intereses y el beneficio de todos, no admite términos medios ni ambigüedades. Debe ser real y efectiva, además de aparentarlo, sin atisbo de duda, en toda su integridad. El comportamiento de Magdalena Moyà no superaría las pruebas para acreditar estos principios elementales.
El hecho de que la relación cargo-empresa haya ocurrido en un consistorio como el de Binissalem, con tres alcaldes de por medio y ahora un gobierno muy limitado por la minoría, no hace más que incrementar la sospecha y dificultar la aclaración imprescindible.
Transcurrió un periodo de tiempo demasiado breve entre el cese de la dedicación exclusiva y la aparición de la edil del PP de Binissalem en Alcúdia como representante de la empresa de limpieza Penyal Xepat. Además, 70.451 euros es una suma demasiado alta para concederlas por las buenas a una sola firma, por fragmentada que esté en 31 facturas diferentes. Eso de la división de contratos en porciones es una vieja historia de la que nadie parece querer librarse. En Binissalem destapa el asunto Més, muy salpicado por prácticas semejantes en órganos superiores.
Se vuelven las tornas entre PP y Més. Nada bueno para el ciudadano porque aquí, aparte de los cuestionamientos legales, el agravio al reparto equitativo y a la igualdad de oportunidades, se denota una falta de respeto considerable para el administrado. Se deja patente la dejación de responsabilidades institucionales.
