La precariedad laboral va expandiéndose sin remisión para dejar irreconocibles los derechos y los sueldos de los asalariados. Admite pocas excepciones y se incrusta incluso en la Administración, sobre todo en esta tierra en la que abundan las interinidades y las instituciones son muy aficionadas a la externalización de servicios.
Los cambios de concesionario en diversas tareas de Raixa, el hospital de Inca y el PAC de esta ciudad y el de Alcúdia han abandonado en el limbo laboral a una quincena de auxiliares. Ayer se plantaron ante el Consell para exteriorizar su protesta. No se ha respetado el derecho de subrogación de contratos porque, en el caso específico de los auxiliares, no se contempla. Un juez deberá recomponer las cosas, como tantas otras veces. Nadie con competencia para tomar decisiones se ha puesto nervioso, la crisis es exclusiva para los trabajadores sin sueldo y apeados.
Resulta llamativo que en el caso de Raixa esto haya pasado con una empresa de inserción social de por medio. Lo que se respalda por un lado se deja a la intemperie por otro. La gente, en términos más coloquiales, suele llamar a eso desvestir un santo para vestir a otro. Con un poco más de cautela y sensibilidad, sentido común y prevención vamos, se evitarían disgustos y precariedades.
