Como ejercicios de regresión, hay ensayos que son auténticos viajes al pasado que, cargados a partir de una base de datos tan ingente como escrupulosa, permiten casi caminar, ver y olfatear cómo era la sociedad de antaño, saber dónde vivía y como interaccionaba a través de oficios y malnoms, de apellidos y lugares hasta ahora desconocidos. Es el caso de Manacor viu. Persones, poble i propietats (segle XVI-XX), el último estudio del doctor en Historia, Sebastià Sansó Barceló, quien ha escudriñando y cruzando detalles durante más de una década para conseguir armar un rompecabezas inédito, el de un municipio en continua evolución.

El proyecto inicial, vivo, como el nombre del libro, comenzó como un intento por conocer la configuración urbana de Manacor desde principios del siglo XVI, incluyendo también Sant Llorenç (que fue parte del municipio hasta 1892), Porto Cristo desde sus inicios a finales del siglo XIX y Son Macià, pedanía nacida en 1919 o Son Negre.

"La ciudad se configuró como tal a partir de veinte manzanas situadas estratégicamente en un cruce de caminos de encuentro comercial", apunta Sansó. No en vano, y aunque se cree que pueda tener un origen romano, durante la dominación musulmana ya era conocida como Cariat Açoch (alquería del mercado).

Un camino central que coincide con lo que hoy es la calle des Mercadal, desde la plaza Ramon Llull (antes Pla des Pous, una zona de abundante agua) hasta la de sa Bassa, donde las sendas llegadas de otras localidades del Llevant y Migjorn se bifurcaban hacia los caminos de Bandrís o Rotana.

Un eje claro que a la derecha disponía los lugares sagrados como el templo o el cementerio, y a la izquierda los públicos como la escribanía, la curia, la pescadería, la carnicería, la prisión o el Forn de puja, perteneciente a la corona y donde los vecinos podían hornear su pan. Más adelante y antes de llegar a sa Bassa, quedaba el denominado Triquet de la pilota, o el frontón al que se jugaba con la mano desnuda, "único lugar pavimentado de la localidad en aquel entonces", con el lledoner a la derecha, el punto de reunión vecinal.

A partir de aquí Sansó completa una explicación pormenorizada de cada manzana, casa por casa, persona por persona, hasta averiguar incluso su profesión, su alias y la evolución de éstos durante hasta principios del siglo veinte. "El problema es que de Manacor, a diferencia de otros pueblos de Mallorca, no encontramos un plano como tal hasta el de Berard de 1787, así que me he tenido que guiar y estudiar las Crides o bandos municipales y otros documentos donde va apareciendo información que, una vez apuntada he ido refutando o contrastando con documentación posterior para verificar toda la información".

Así ha descubierto topónimos y desmontado el que se creía origen de muchos de los nombres de calles manacorines como la del Rei o del Bonjesús (que lejos de referirse a personajes celestiales o de la realeza, hacen referencia al malnom de sus habitantes más populares), o la emblemática avenida de Na Camel·la, cuya nomenclatura proviene claramente de su ubicación en lo que era la antigua Sínia de na Camella.

En 1503 Manacor contaba con unos 2.000 habitantes repartidos en unas 200 casas edificadas en quince calles, muchas de las cuales siguen manteniendo hoy en día su estructura de 6,30 metros de anchura. En 1556 ya eran 34 las manzanas de casas, extendidas ya por el Raval del camí de sant Llorenç (hoy el Barracar) o Fartàritx. En 1685 eran 76 calles, 976 casas y 35 trastes. En 1786, 80 calles en las que había construidas 1.386 viviendas; mientras que en 1887 existían ya 94 vías con 2.995 casas. A través de los Estims de 1578 también es posible calibrar el número de propiedades en los alrededores de Manacor, los alous y el valor de la possessió.

"No existía, sin embargo, una segregación en cuanto a manzanas de casas. Es decir que en una misma podían convivir propietarios adinerados con otros que no lo fueran en absoluto". A finales del siglo XVII la superficie media de una vivienda urbana era de 186 metros cuadrados y un valor de 127 lliures.

Todos los ´malnoms´

La otra gran aportación de Manacor viu es la de servir de obra referencial de los malnoms de todo el municipio y su evolución durante cuatro siglos. Sansó ha logrado recopilar más de 2.000 definitorios de apellidos, oficios y familias enteras, hasta el punto de que todo el mundo tuvo uno hasta bien entrado el siglo XX.

Y es que el libro estructura, a partir de cada apellido existente en Manacor, Sant Llorenç, Porto Cristo, Son Macià y Son Negre, sus diferentes malnoms durante cada una de las centurias y se puede saber si éste cambió o mutó en su escritura. El más antiguo que se sigue conservando es el de Tareu (Bauçà) o Regina (Llodrà); aunque los apellidos con más alias distintos sean, evidentemente Riera (por ser el más común) o Gomila.

"Suelen provenir de defectos físicos sobre todo y traspasarse por vía paterna, aunque también los hay referentes a oficios o lugares... o incluso hay algunos malsonantes como Culample, Culhermós, Pixallamps o Pardalnegre". Otros tradicionales aún hoy como Busco (Morey) o Pollet (Oliver), proceden de evoluciones a partir de Busqueret o Poll, respectivamente. Con lo cual ahora será posible georeferenciar un nombre concreto, su malnom y su seguimiento en el tiempo sobre el plano de las localidades manacorines.