El Govern se resigna a acabar su mandato con el mismo número de aulas prefabricadas con las que lo hizo el PP. Es una mala noticia, un pésimo panorama para empezar el curso escolar, porque confirma que unos y otros siguen acampando como pueden sobre las necesidades docentes de Balears. No llegan a tomárselas en serio. De lo contrario, ni el imparable incremento de alumnos sería suficiente para reducir los contenedores con cebo de aula modular. No hay mayor suspenso en previsión y control de infraestructuras que el de la administración autonómica de estas islas.
Las horas extras dedicadas por los padres de Campos a la reivindicación de la decencia escolar para sus familias es uno de los grandes exponentes de la incapacidad por solventar casos urgentes. Que haya transcurrido una década entre pancartas y concentraciones, sin haber logrado una escuela normal, delata demasiadas cosas negativas.
No es solo el déficit de infraestructuras esenciales, es el desorden de prioridades que mantiene a esta isla tumbada en la playa de verano y el aburrimiento del invierno. Junto a atender la sanidad, no hay nada más importante para una administración pública que la de dar formación competente para sus hombres y mujeres del complejo y diverso mañana.
