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Historia

Los 'manacorins' olvidados que lucharon en la Guerra de Cuba

187 soldados de Manacor embarcaron a finales del siglo XIX hasta la isla caribeña como miembros del ejército español. Sesenta de ellos no volvieron, más víctimas de las enfermedades que de las balas

Recibimiento oficial a los militares que llegaron a Palma procedentes de las guerras españolas de ultramar.

¿Héroes de guerra o simples peones al servicio de un estado colonial en las últimas? Seguramente la heroicidad viniera ya dada por el simple hecho de sobrevivir a una contienda bélica, la de Cuba, que acabó con el mito de la España del ultramar. Lo que nadie discute es el olvido (estatal y laboral) que muchos de los soldados mallorquines sufrieron a su vuelta. Los manacorins no fueron una excepción, y ahora son recordados por el inspector jefe de la Policía Local y prolífico investigador, Antoni Sureda, en su estudio Soldats manacorins condecorats en la Guerra de Cuba (1895-1899).

"Quisiera que fuera un pequeño homenaje a todos los jóvenes de Manacor que tuvieron que ir a luchar a un lugar prácticamente desconocido para todos ellos, en unas condiciones extremas y en una guerra que sólo servía para defender los intereses de la sociedad burguesa española y del resto de las esferas dominantes".

De los 244 soldados que el municipio aportó a las guerras para defender las colonias de ultramar (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), 187 embarcaron para ir al conflicto cubano. Allí, en aquellas tierras caribeñas, 60 de ellos encontraron la muerte.

Y pese a ello en la ciudad no existe todavía ningún lugar donde haya una simple placa o monumento "que haga referencia a los hijos de Manacor que lucharon con heroicidad y muchos de ellos murieron en una guerra injusta", critica Sureda, quien pide al consistorio que se acuerde de ellos, y no tan solo del general Valeriano Weyler, máximo comandante español de la guerra en Cuba, y cuyo recuerdo da nombre a una céntrica plaza de la ciudad. El mando militar también figura como hijo ilustre del pueblo y su cuadro está colgado en el salón de plenos consistorial, y todo ello sin haber nacido en Manacor (sino como un agradecimiento a una bajada de impuestos).

El conflicto

La situación en la Cuba de 1895 era de inminente sublevación. En España, este crecimiento del independentismo se veía más como un peligro económico, aún con el recuerdo fresco de la primera revuelta sofocada entre 1868 y 1879. Ante lo que pudiera suceder, el gobierno español dispuso por Real Orden, la incorporación inmediata con destino a Cuba, de siete batallones de Infantería.

El presidente Cánovas del Castillo puso al mando al general Martínez Campos, quien debido a numerosas críticas de la población española residente en la isla, y especialmente de los criollos, fue pronto sustituido por Valeriano Weyler Nicolau, quien al principio creó una cierta euforia y esperanza por sus victorias iniciales y el atisbo de que el final de la guerra podía estar cerca.

Pero poco a poco, la pérdida de algunas batallas y especialmente la entrada en la guerra de los Estados Unidos, con el ataque al acorazado Maine de por medio en1898, hizo crecer la mala reputación del General, tildado de cruel, despiadado e inhumano, especialmente por la creación de campos de concentración donde los presos estaban encerrados en condiciones inhumanas.

El 24 de abril de 1898, EE UU declaró oficialmente la guerra a España, que a los pocos meses y ante el poderío militar estadounidense, perdió definitivamente las colonias de ultramar.

Al coste territorial se le unió el de la muerte de muchos de jóvenes soldados, en su mayoría debidas a peligrosas enfermedades como la disentería o la fiebre amarilla. Epidemias favorecidas por las aguas estancadas, las lluvias, el calor y la humedad. Lo que causó más bajas que los propios campos de batalla. Unos 56.000 españoles murieron en Cuba, pero sólo un 8% en combate.

Los quince

"Para confeccionar la relación de los manacorins condecorados por sus actuaciones en la guerra de Cuba, he tenido que documentarme especialmente en fuentes de archivos militares", aclara Sureda. En muchas ocasiones, a pesar de que consta la imposición de condecoración, no se especifica muy claramente el motivo, ni siquiera la fecha exacta de la imposición de la condecoración. En total y según lo datos recopilados por el inspector, quince fueron los soldados manacorins condecorados en la guerra de Cuba.

El de mayor importancia según su condecoración militar fue Joan Josep Llodrà Durán 'El héroe del Ramblazo', quien se alistó como voluntario y llegó a Cuba el 25 de noviembre de 1893 conjuntamente con otro manacorí, Llorenç Fullana Galmés. Formando parte del regimiento de infantería de Tarragona, de dieciséis soldados, Llodrà aguantó un ataque cubano de 300 hombres. Tras horas de asedio acabó en tierra herido de bala en una pierna y en la mandíbula, lo que no le impidió seguir defendiendo el portal del fuerte con su bayoneta.

El Consejo Supremo de Guerra y Marina le concedió, en 1896, la Cruz de Primera Clase de San Fernando, acompañada de una pensión anual de 100 pesetas. Fue recibido con honores por la reina María Cristina, y posteriormente también se le concedió la Medalla de Plata al Mérito Militar con distintivo rojo, más una pensión vitalicia de 7,50 pesetas mensuales.

Su llegada a Palma el 11 de septiembre de 1896 en el vapor Unión fue todo un acontecimiento. Las crónicas explican que una multitud de gente le recibió con aclamaciones y obsequios en cada estación en la que paró el tren que le llevó a Manacor.

Los otros catorce no tuvieron ni el reconocimiento ni el honor alcanzados por el primero, aunque al menos Bartomeu Galmés Llull y Llorenç Juan Salas sí que también fueron condecorados con la Cruz de Plata y una pensión de 7,50 pesetas mensuales. La misma otorgada a Bernat Vidal Sureda, aunque ésta sin dotación económica.

En otro grupo de manacorins condecorados están los que pertenecieron al Batallón Provincial de Balears de 1897, formado por 1.189 hombres entre mandos y tropa. Eran identificables porque en el cuello del uniforme portaban las siglas P y B. Antoni Aguiló Miró, Pere Josep Grimalt Pastor, Miquel Mas Molina, Bartomeu Riera Sureda, Antoni Fullana Grimalt, Tomàs Amer Llodrà, Francesc Llull Fullana, Andreu Gomila Monjo, Andreu Gomila Cerdà, Gabriel Ferrer Veny y Rafel Nadal Lliteras fueron los locales que volvieron a casa reconocidos, "aunque muchos aquejados de alguna enfermedad o en la más absoluta miseria", cuenta con resignación Antoni Sureda.

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