¿Cuándo empezó con su búsqueda?

Hace seis años empecé a entrevistar a personas mayores, en su mayoría de las comarcas del Llevant y el Pla, porque quería hacer un libro para niños sobre los antiguos trabajos desaparecidos de la payesía. Pensé que en cuatro meses estaría listo...

¿Y no fue así?

No [sonríe], las conversaciones a menudo derivaban en otras historias incluso más interesantes, de una cultura de aspectos mágicos y supersticiones; además explicadas con palabras y expresiones que ni existen en el diccionario, con un dominio lingüístico impresionante.

¿Qué le sorprendió tanto?

Su manera natural de contar cosas que hoy en día no lo son. Yo pensaba que las tradiciones, por decirlo así, se limitaban al ball de bot o las matanzas; pero con aquello yo saltaba de sorpresa en sorpresa. Es lo último que queda de la Mallorca profunda... con aspectos casi tribales.

¿Y esas cosas se las cuentan sin más?

No. Hay que ganarse primero la confianza del entrevistado, que noten que realmente estás interesado en el tema. Y sobre todo no hay que desanimarse, porque muchas veces pueden pasar siete u ocho entrevistas hasta que obtienes algo extraordinario. Además, siendo yo solo, la labor es más costosa porque debo ir casi a contrarreloj, ya que suele ser gente muy anciana.

¿En realidad usted cree en esas historias mágicas o supersticiosas?

Mire, yo no soy antropólogo, solo soy un traginer de información para que otros, más expertos, la puedan interpretar como es debido.

Siempre se ha dicho que el número siete es mágico ¿Ha encontrado alguna historia sobre ello?

Muchísimas. Jaume Cerol fue la primera persona que me impactó. Él habla de los setens, es decir, del séptimo hijo o hija en una familia en que todos sean hermanos del mismo sexo. Pues bien, ellos tienen la virtud de quitar el dolor de barriga tanto a personas como a bestias. Para los animales también existía otro remedio, que era el de pedir una pieza de ropa a una embarazada de gemelos, la cual tenía que ser frotada sobre el animal. También hay muchos ritos relacionados con el número tres. En Ariany me contaron que para eliminar las verruga, un método efectivo era pasar la mano de un muerto por ella tres veces. Se le solía pedir permiso a la familia en el velatorio, evidentemente.

¿Me está hablando en serio?

Sí, lo que cuento en el libro son cosas que los entrevistados han visto o experimentado de primera mano, no que les hayan contado u oído. Aspectos ratificados por otras personas en otros pueblos.

Cuénteme otra sobre el tres.

Por ejemplo, otro remedio popular era que si tenían algo en el ojo, debían escupir en el suelo tres veces... ¿Conoce el ayuno de sant Llorenç?

No, ¿en qué consiste?

El día del santo, los niños entre cinco y diez años debían beber agua de siete pozos distintos con un utensilio "que no hubiera tocado fuego". Es decir hacerlo con algo que no fuera ni de hierro, ni de cristal, ni horneado. Por lo que solía hacerse con un utensilio de madera o con un trozo de figa de moro copada. Tras ello no se podía comer en todo el día. Con eso la persona obtenía la denominada saliva buena, que curaba las quemaduras. También tenían esa virtud las personas nacidas en la conversión de sant Pau.

¿Con tan corta edad?

Así es. Incluso con menos. Y si querías que tu hijo fuera muy inteligente, tenías hasta los tres años para que comiera el corazón de una golondrina.

¿¡Cómo!?, ¿Sin cocinar?

Sí, al animal también se lo debían sacar estando vivo.

¿Por qué precisamente de una golondrina?

El color negro tiene un cariz beneficioso para la persona cuando se trata de curaciones. Por ejemplo un remedio para las paperas era untar el cuello del enfermo con manteca y envolverlo con un pañuelo negro. Maria Roca me explicaba que para saber si una persona estaba enfitada (dolor de barriga) se la 'golpeaba' tres veces con un pañuelo negro. Si a la tercera éste quedaba tieso de forma espontánea significaba que sí. Después había que rezarle una oración entre las once y las doce la noche del Viernes Santo. También, por ejemplo, para curar escamaciones en la piel había que frotar un pañuelo negro con sangre de liebre...

Qué macabro...

La liebre es un animal con un componente mágico bestial. Un método infalible para cazar una liebre era hacerse un corte en la rodilla lo suficientemente profundo para que saliera sangre. En Sant Joan cuando enterraron a una persona conocida en el pueblo por tener mal bocí (mal augurio, infectada a través de la comida), de repente salió una liebre de la nada. Era el mal espíritu que había salido de su cuerpo.

Desviémonos a algo más común ¿Qué más había para las verrugas?

A Toni Bosso, de Santa Eugenia, le salieron verrugas cuando era joven. Le recomendaron acudir a l'amo en Toni Rigo. Un día el primero vio como el segundo se acercaba en carro y le comentó su problema, a lo que Rigo saltó de donde estaba sentado y, como si fuera un animal, empezó a caminar a su alrededor a cuatro patas. Finalmente le vaticinó que en unos días las verrugas desaparecerían... y así fue.

Un inciso, ¿Es lo mismo un curandero que un brujo en la Mallorca de principios del siglo XX?

No. Hay que distinguir entre las personas que tenían un don determinado, los curanderos que aplicaban sus conocimientos tradicionales heredados y los brujos, que ya podían incluso adivinar pasado y futuro.

Y por ejemplo, ¿Qué se hacía para luchar contra la sequía?

Una de las soluciones más curiosas era la de cazar un saltamontes, arrancarle la cabeza de un bocado estando vivo y acto seguido enterrar el resto del cuerpo bajo la tierra de siembra. Al cabo de unos pocos días llovía. También había un método, incluso más primitivo, que era el de apedrear directamente al sol.

¿Cómo se podía embrujar a alguien?

Si un día usted llegaba a casa y en algún árbol cercano a la entrada encontraba un trozo de pan colgando, era para avisarle de que le habían dado mal bocí. Es decir que le habían embrujado a través de la comida. Precisamente un método utilizado para hechizar a una persona consistía en colocarse un trozo de pan debajo de cada axila, para así sudarlo y después mezclarlo en la comida acompañado de una oración, distinta dependiendo que para qué era el hechizo.

¿Y no había antídoto?

Agarrar los alimentos sospechosos siempre con la mano izquierda. La zona izquierda tradicionalmente ha tenido un carácter positivo. Por ejemplo, si había que coger una serpiente, siempre con la izquierda porque así no se enroscaba. Si se salía de la casa para cazar erizos había que hacerlo hacia la siniestra; y primero ponerse el calcetín izquierdo contra el dolor de muelas.

¿Había algún animal especialmente temido?

La lechuza quizá sea el que ha sobrevivido incluso a nuestros días como animal de mal augurio. Su canto era vaticinio de muerte; entonces, al verla y para guarecerse la gente rezaba: "Animalet de Déu, canta per tu mateix". Hay un episodio al respecto que todavía es muy recordado en Petra. Y es que un día de tormenta, una lechuza entró dentro de la iglesia durante la celebración de una misa. Pronto empezó a dar vueltas sobre las cabezas de los asistentes, que estaban atemorizados...hasta que de repente, y sin previo aviso, un rayo entró en la parroquia directo al altar, que quedó destrozado. Los feligreses salieron llorando y corriendo despavoridos a sus casas.

¿Cuál ha sido el curandero más famoso?

Mateu Moreió Pascual fue un gran curandero-brujo, muy reverenciado en la zona de Manacor. A veces se llegaban a contar más de 50 carros, venidos de toda Mallorca, aparcados frente a su casa esperando a ser atendidos. Fíjese que cuando murió se llegaron a contabilizar hasta 112 acompañando el cadáver. Cristiano y poco hablador, llegó a pronosticar su propia muerte. Incluso hubo un doctor de Manacor que le llegó a implorar que curara a su hija enferma, porque él no veía la forma.

Prosigamos con los animales

Pues mire, una manera para curar el reuma era coger una lechuza y murciélagos y freírlos vivos. El aceite que quedaba debía fregarse por la zona afectada. Si te mordía un perro, lo primero que tenías que hacer era conseguir un manojo de su pelo acompañado, si podía ser, de uno de sus clavos. Todo ello se hervía también en aceite, que una vez frío que untaba en la herida. En definitiva, existía la tradición de cocinar aquello que te había causado el mal.

¿Las personas podían convertirse en animales?

Mateu Patilleta, de Capdepera, me contó lo que le pasó a su abuelo. Salía con una joven que vivía en el campo; pero cada vez que estaba cerca de su casa, un enorme perro negro se le echaba encima para morderle y evitar que prosiguiera su camino. Tras varios días de lo mismo, decidió llevarse consigo un garrote para que, cuando le embistiera, darle una paliza. Así fue. Lo curioso es que cuando finalmente pudo llegar a casa de la novia, su suegra también salió a recibirle con un brazo vendado y llena de heridas por todas partes. Cuando el joven le preguntó qué le había pasado, ella le respondió de mal humor y mirándole a los ojos: "Tú lo sabes muy bien..". Y para embrujar se cazaban serpientes, que anudaban fuerte con cabellos de la persona a perjudicar. Se suponía que si el animal sufría, la persona también.

¿Es cierto que si una persona pasaba desnuda por debajo del arcoíris cambiaba de sexo?

Así es, pero también vestida. Incluso muchos payeses se escondían en casetas o donde pudieran refugiarse por temor.

O sea que los fenómenos meteorológicos también influían.

Claro, como en el caso de las sequías o la lluvia, se sabe que los pescadores de Cala Rajada, por ejemplo, cuando tenían que ir a faenar a Menorca y para que no les pillaran las temidas mangas marinas, antes de embarcar se situaban en un lugar elevado para poder cortar el aire con un cuchillo de plata. Asimismo cuando las chicas avistaban una estrella fugaz se tiraban de la coleta porque se suponía que el cabello sería más vigoroso. En una noche de rayos había que tapar los espejos porque sino éstos los atraían, había que apagar cualquier fuego y colocar una escoba en posición invertida detrás de la puerta... además de la pertinente oración a Santa Bárbara.

¿Las mujeres embarazadas eran susceptibles de algo?

Había muchas supersticiones al respecto. Una embarazada no podía mirar a personas feas si no quería que su futuro hijo o hija también lo fuera. No podían encalar la casa porque el bebé le saldría con los ulls girats. Tampoco debían sostener un hijo ajeno, porque el de su vientre se pondría celoso; y no ver a una persona muerta porque el niño podía morir. Tampoco se salvaban las mujeres menstruantes: además de que no era conveniente que se lavaran, su sangre mezclada con vino podía embrujar, no podían lavar los platos por temor a que se infectaran, ni elaborar allioli porque se cortaba, ni salar aceitunas, ni entrar en una plantación de champiñones porque morían.