Aproximarse a la costa de Mallorca se está convirtiendo en un atrevimiento de alto riesgo, incluso para los dueños naturales del espacio marino, los peces.
La muerte de una tintorera se convierte en espectáculo de bañistas en Cala Domingos, las lisas flotan asfixiadas en Son Bauló y ahora aparece un cementerio de rayas en la costa de Capdepera, junto al parque de Llevant.
¿A qué se debe tanto misterio y muerte colectiva en las aguas limítrofes con la costa mallorquina? Las principales miradas de sospecha se dirigen hacia un ser terráqueo llamado hombre y considerado racional, pero capaz de intervenir, y no siempre en positivo, en hábitats que le son ajenos.
A falta de investigaciones y análisis, la mortandad de rayas, del todo inusual, se atribuye de entrada a la pesca furtiva. Piezas inservibles o susceptibles de multa pueden haber sido arrojadas al mar ante el peligro de sanción. La ambición y la falta de responsabilidad son los principales depredadores de peces. Los grandes peligros y misterios del mar siguen estando en tierra firme.
