Miles de pollencins salieron ayer a la calle ataviados con camisas blancas de dormir -los cristianos- y con vistosas ropas de colores -los piratas turcos-. La festividad de la Patrona marca una fecha clave en la vida de Pollença pues en ella se rememora la invasión corsaria y posterior victoria local del 30 de mayo de 1550.

Ayer se vivió una tarde muy calurosa y más de uno temía que pudiera darse algún desmayo ante la elevada temperatura y la bochornosa humedad. Aun así la expectación era multitudinaria. Pero antes de la batalla, la calle Major fue recorrida por la procesión en la que niños salen vestidos representando a los principales personajes de la Patrona. Tras ellos, la imagen antigua de la Mare de Déu dels Àngels, l'Ajuntament Vella, los sacerdotes y monaguillos, para cerrar la banda de música.

No es preciso indicar que el guión del simulacro posterior se siguió a la perfección y aunque el bando pirada amenaza cada año con ganar la batalla, siempre se contiene para que la leyenda se cumpla. Entre los piratas de Dragut se encontraba uno peculiar, y ya van varios años que se viste de moro, era el propio alcalde de la localidad, Miquel Àngel March.

Los defensores de la villa, capitaneados por el héroe local, Joan Mas, volvieron a vencer a las tropas del almirante otomano Dragut -que en realidad se llamaba Turgut Rais-.

El 'mesclat' corrió también por calles y gaznates en una jornada en que el exceso se adueña del sentir popular; pero todo está permitido el día de la Patona. La batalla fue intensa y presenciada por una gran multitud que también tuvo que lidiar con pisotones y empujones.

El salto de Joan Mas de la ventana situada en una vivienda de la calle Major fue el momento en que probablemente hubo más silencio en toda la tarde. Este año, al contrario que el precedente, la llegada de los turcos no se hizo esperar y momentos antes de las siete de la tarde saltaba de la ventana Joan Mas para encararse en la primera escaramuza con Dragut. A las siete en punto se cruzaron las espadas y Joan Vanrell, que este año se encargó de protagonizar a Joan Mas, alzó la voz para gritar: "Mare de Déu dels Àngels, assistiu-mos! pollencins, aixecau-vos, que els pirates ja són aquí".

En ese preciso instante cesó el silencio que se había hecho minutos antes y los amigos de Vanrell deshicieron la barrera para que miles de cristianos se abalanzaran sobre los otomanos con un griterío ensordecedor.

El cruce de espadas entre Mas y Dragut, interpretado en este caso por Sebastià Vila, animó a los seguidores de un bando y otro a la batalla.

La segunda escaramuza entre unos y otros se produjo, como marca la tradición, en la plaza situada junto a la iglesia de Sant Jordi, donde la historia sitúa uno de los puntos claves del Día de la Desgràcia. Los moros retrocedieron ante el empuje apasionado de los defensores locales, una vez incorporado l'Ajuntament Vella a la lucha. Éstos pudieron liberar a los prisioneros que Dragut había encerrado en el templo pollencí.

La fuerza exhibida por las milicias populares obligó a las tropas corsarias a retroceder hasta el campo de fútbol, donde la tradición ubica el combate definitivo que acabó por expulsar a los piratas hacia sus embarcaciones.