Nada nuevo a falta de poco menos de un año para las elecciones. Los comportamientos son conocidos y, al reiterarse, confirman que se ha avanzado más bien poco en solvencia política y resolución en la gestión pública.
El PP da un portazo con forzado envoltorio de sorpresa en el ayuntamiento de Binissalem y deja en minoría insalvable al alcalde Victor Martí, que antes había apuntalado el gobierno de los conservadores. El primer edil despechado se siente cautivo de la deslealtad y dice que ensayará un gobierno de concentración. El objetivo es alcanzar el próximo mes de mayo lo mejor que se pueda, entendiendo por ello la buena perspectiva electoral. También el PP ha roto con su socio precisamente por esta causa, piensa que sin la sombra de los dos concejales de Unió per Binissalem dispone de mejor posición para obtener respaldo vecinal. Está por ver.
Había que buscar algún pretexto para vestir la ruptura del pacto. El portavoz de los conservadores, Andreu Villalonga, sostiene que Martí maneja la vara del primer edil de forma "inoperante" y "prepotente", lo que le lleva a gobernar de modo arbitrario, a base de desaires y amiguismo.
De ser así, ¿acaso no le conocían antes de coaligarse con él? Por tanto, sea por omisión o consentimiento, hay una porción considerable de responsabilidad del propio PP en la situación que denuncia con su dimisión de todos los cargos municipales que había asumido. La oposición, por su parte, insiste en que todo ha sido muy interesado y superficial, un reparto de sillas, sueldos y un déficit de comunicación interna.
El ayuntamiento de Binissalem queda condenado a sobrevivir de mala manera hasta los próximos comicios. Dicho de otra manera más práctica, sus concejales son incapaces de responder con solvencia a las expectativas que depositaron sobre ellos los electores, lo cual puede volverse en su contra. Lo que es seguro ya es que se volverá en contra de la gestión y servicios de los bissalamers.
