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El exponente de la rápida saturación

El verano se mide en Mallorca por el grosor del catálogo de lugares de mayor presión turística, saturación plena o colapso de accesos. Platja de Muro está incorporada ya a este inventario del agobio y la presión humana.

Es un caso que ilustra como pocos sobre la aceleración de ocupación y negocio turístico que ha experimentado la isla en los últimos años. Entre Can Picafort y Alcúdia, Platja de Muro ha sido el último lugar del inmenso arenal de la bahía en la que se asienta, incorporado al negocio del ocio y el reposo. Además, presenta la particularidad de estar entre dos parques naturales muy sensibles y ya dañados, el de s'Albufera y el de es Comú. Con una población que se triplica y alcanza el techo insalvable de los 20.000 habitantes, no queda suelo turístico y apenas residencial en Platja de Muro. Tampoco espacio en el que aparcar. Basta mirar los arcenes de la colapsada carretera en caravana casi permanente para corroborarlo.

Martí Fornés, el alcalde de Muro también ducho en el negocio turístico, dice que no se puede hacer nada porque no queda margen de maniobra. Ante la imposibilidad de crecer más, parece darse por satisfecho con la política de brazos cruzados. El problema está en que esta actitud incide en el deterioro natural y la incomodidad residencial.

Los excesos son corregibles. El de Platja de Muro también. Convendría ponerla a dieta para compensar los desmanes de la expansión y la tolerancia. No es un lugar más. De acuerdo en que todas las ubicaciones tienen sus valores y méritos propios, pero pocos pueden competir con una de las mejores playas de España que además goza de la naturaleza y el hábitat de las zonas húmedas.

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