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Cuando lo normal es excelente

Acostumbrados a que todas las plagas, importadas y autóctonas, se ceben con fora vila, cuando la agricultura que procuró el sustento a Mallorca está en declive social y económico, resulta un alivio poder incorporar algo al granero de las buenas noticias: la campaña de cereales de 2018 está siendo buena, normal la consideraríamos en términos objetivos pero, vistos los antecedentes, podemos admitir el calificativo de extraordinaria.

Se intuían estos buenos resultados, casi eran una mera contemplación del paisaje. Ha llovido en abundancia, incluso en demasía, avanzada la primavera, por eso el cereal ha crecido de forma adecuada y en la última fase de su proceso se ha visto invadido por distintos tipos de hierba. Con todo ello, la cosecha de cebada está por encima de los 2.200 kilos por quarterada y un precio de 0,18 euros y la de avena entre los 900 y 1.200 kilos, con 0,20 euros de precio. Todavía es pronto para evaluar el trigo, pero se esperan resultados semejantes.

Queda por tanto algo de vida en la payesía de Mallorca, aunque para su mejor rentabilidad precise de la ayuda oficial como es el caso de las especies autóctonas. Resulta lógico, en este sentido, que la protección de la Administración autonómica tenga preferencia por lo propio de las islas. Nadie de fuera vendrá en auxilio de los cultivos que hallan aquí identidad y desarrollo. Habrá que seguir avanzando en la políticas de distinción del grano de la paja en la gestión de la agricultura de Mallorca. El progreso debe ser suficiente para traspasar la línea de lo simbólico y decorativo. El objetivo es una productividad superior a la mera subsistencia.

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