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Amurallados en el desencuentro

La ley se ha puesto del revés ahora para la parroquia de la Transfiguració de Artà, la Audiencia da un vuelco a la decisión del juzgado de Primera Instancia 5 de Manacor y le desposee de las murallas y el patio interior de Sant Salvador. En contra de las apariencias, cabe preguntarse si el fallo último, dictado por la instancia provincial, no es en realidad un enriquecimiento en desprendimiento o la retirada de un obstáculo para una iglesia que, en definitiva, tiene imperiosa necesidad de tener el terreno despejado para ofrecer la nitidez de su mensaje. Que las murallas de la propiedad no le impidan abrir la puerta de la generosidad y el servicio. Estos son los términos aconsejables para la evaluación que ahora dice hacer el Obispado, por si acaso debe afrontar nuevos recursos. Saber perder, en algunos casos, se vuelve victoria contundente.

Resulta difícil de entender que ayuntamiento y parroquia de Artà anden enfrascados en pleitos a cuenta de un espacio sujeto a amasijos legales y de indiscutible valor patrimonial y uso público. ¿No hubiera sido más útil entregarse al entendimiento y la colaboración? Parece lo más sensato en tiempos de pluralidad y respeto institucional.

La victoria, ahora en manos del Ayuntamiento y con arqueología legal descubierta por la Audiencia, resulta pírrica en sentido práctico. Ni las murallas se moverán ni se alterará su espacio interior, incluido el tempo y cas Donat cuya titularidad parroquial no se discute. A lo peor, amurallados en su desencuentro, autoridad civil y eclesiástica no han caído en la cuenta de que el conflicto puede acabar molestando y hasta espantando al verdadero propietario efectivo de Sant Salvador, un pueblo de Artà que en su quehacer diario tiene prioridades más urgentes que el obtener una certificación del Registro de la Propiedad.

Resultaría edificante que el ayuntamiento y la parroquia mirarán más allá de la torre de vigilancia de su empecinamiento y estrategia legal contemplando la realidad compleja del paisaje que les afecta. Entonces el conflicto podría quedar rebajado y archivado como un incidente más, sin mayor trascendencia, en los legajos de la vasta historia de un santuario de Sant Salvador privilegiado con una altura de miras de la que carecen sus gestores.

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