Las cooperativas payesas de Inca y Pollença están negociando para convertirse en operadores que adquieran lana para comercializarla directamente en la península ante el bajo precio que perciben los ganaderos este año. El descenso es importante pues en sólo un ejercicio han pasado de percibir 25 céntimos por kilo de lana a cobrar sólo 18 céntimos.

El precio actual representa una bajada del orden del 30 por ciento respecto de los precios de 2017.

Bartomeu Martorell, ganadero y presidente de la Cooperativa Pagesa d'Inca, explica que "en Mallorca existe un sólo operador que adquiere lana por lo que no hay competencia y los payeses tenemos que aceptar el precio que nos dicen cada año".

Paco Úbeda, gerente de la Cooperativa Pagesa de Pollença indica que "se está negociando con algunas otras cooperativas y agentes del sector la posibilidad de hacer una pequeña inversión en una compactadora con la finalidad de vender la lana directamente a operadores de la península". El problema de estas operaciones es el coste del transporte. La lana es una materia prima que ocupa mucho volumen por lo que los costes se incrementan.

El gerente de Pollença informa que "con anterioridad ya se negoció con Comercial Ovina, de Badajoz, que es una cooperativa especializada en el tratamiento de lana. Lo que ocurre es que la diferencia de precio que percibíamos prácticamente se consumía en el transporte ya que la transportábamos en sacas, tal y como se saca del campo. Lo ideal sería compactarla para hacer pequeñas balas de lana". Úbeda dice que de esa forma se conseguiría multiplicar varias veces la capacidad de un contenedor y llegar a transportar unas cuatro toneladas cada vez.

Obligatorio

El inconveniente del comercio de la lana es que es algo a lo que el ganadero se ve obligado puesto que las ovejas deben ser esquiladas al llegar los meses de mayo o junio debido al calor del verano mediterráneo. Pero además se ven obligados a entregar la lana a un gestor autorizado, ya sea para comercializarla o para eliminarla porque es, en caso de no venderse, un residuo cuyo vertido como basura no está permitido. Entregarla como residuo es aún una opción peor puesto que no se percibe nada por ella y encima se debe pagar el transporte.

Tampoco vender las pieles de los corderos sacrificados vale la pena, en opinión de los payeses, pues se paga a 20 céntimos la piel, y sólo se venden las grandes, con lo que el porcentaje comercializable es de un 50 por ciento de animales sacrificados.