Cala Rajada y Cala Agulla se han convertido durante los últimos años, cuando el calor empieza a apretar, en un polémico y peligroso escenario de fiesta y alcohol, sobre todo para los jóvenes turistas alemanes que visitan por esta época el municipio gabellí, y que dejan escenas de botellón, chapuzones en fuentes públicas y veinteañeros corriendo desnudos por espacios públicos.

Se trata generalmente de componentes de clubes deportivos que van a celebrar a Cala Rajada el fin de temporada a base de mucha fiesta y borrachera. Suelen llegar los jueves y retornar a su país el domingo; tiempo suficiente para vivir unos días de desenfreno en la isla.

Este fenómeno se repite cada año y algunos gabellins ya se preguntan si es este el turismo que se quiere para Capdepera. El alcalde socialista, Rafel Fernández, rechaza este tipo de visitantes y recuerda que desde el consistorio se está trabajando en vender un turismo, "no solo de sol y playa, sino también uno alternativo como puede ser el senderista", precisamente para intentar conseguir que el de borrachera sea cada vez, sea más residual.

Estas fiestas provocan además la acumulación de residuos y suciedad en calles y playas. Hasta el punto que se llegan a quintuplicar los restos de basura recogidos por los limpiadores.

Por otro lado, algunos negocios hacen su agosto alquilando neveras de playa con bebidas de todo tipo, listas para consumir. Tal y como recuerda Fernández, el consumo del alcohol no está prohibido en la playa, solo el hecho de entrar botellas de cristal. De controlar de no se introduzcan este tipo de botellas, se encarga una patrulla de Policia Local que revisan a las persona que acceden a la playa desde la rotonda de Cala Agulla.

'Neveras alcohólicas'

Pero para evitar esta prohibición, "se dota a las neveras alquiladas de botellas de plástico con contenido espirituoso y bebidas refrescantes", recuerda el primer edil. Estas fiestas también causan daño al ecosistema de la playa, lugar emblemático y protegido por la normativa europea de Xarxa Natura 2000, ya que los tramos no transitables, junto a la playa, son los lugares escogidos por muchos de estos turistas para hacer sus necesidades fisiológicas cuando se encuentras en estado de embriaguez.

En algunos es tal la borrachera, que hasta lo intentan en la misma puerta del bar restaurante de la playa, como fue el caso de este último fin de semana, cuando un turista que se encontraba orinando en la puerta de dicho local, fue disuadido por el personal lanzándole un cubo de agua fría, al no atender sus indicaciones.

No es de extrañar que diferentes fines de semana se tenga que atender a turistas con algún coma etílico o con heridas causadas por caídas. Durante el fin de semana del Mercado Medieval fueron atendidas en un día dos personas. Además, recientemente, a esta moda le se ha añadido la mala costumbre de ir a refrescar la borrachera, al terminar la jornada, en la fuente de la avenida Cala Agulla, donde muchos de ellos lo hacen sin ropa, entre cánticos, gritos y peligrosos saltos, hecho que estos últimos días lleva siendo muy comentado en las redes sociales.

De aquí que haya ciudadanos que pidan mucha más presencia policial. En este sentido el primer edil socialista ha recordado que sí que hay vigilancia policial. Recientemente dicha fuente pública ya tiene una patrulla de vigilancia destinada y que durante el mes de mayo, ha habido una patrulla vigilando la entrada a Cala Agulla, a la que en breve se le unirá la unidad de playa que vigilará desde la arena.

Pero también es cierto que si la predicción se cumple, este fin de semana podría ser el último de estas alocadas fiestas etílicas de jóvenes turistas alemanes y que según el alcalde gabellí, no cree que sean promocionadas por los hoteleros de la zona sino más bien por touroperadores.