"¿Si quedan grandes mansiones okupadas? ¡Pero cómo va a haber si el alquiler turístico está a tope! Ninguna se queda abandonada, porque son un negocio". La respuesta se la da al interlocutor un vecino de Artà, al que se le pregunta si conoce más casos de okupaciones en su municipio además de la antigua mansión del tricampeón de Wimbledon Boris Becker, envuelto en un sinfín de problemas económicos.

Un grupo de alemanes, liderados por Georg Berres, lleva unos días viviendo en la residencia. Quieren arreglarla, limpiarla de basura hacer un huerto, promover conferencias sobre energías renovables y rescatarla del olvido más absoluto. "Parece que nadie quería esta casa", dice Berres, sorpendido por la repercusión mediática internacional de su acción.

La respuesta del vecino artanenc tiene su lógica en estos tiempos de saturación en que, sólo para este año, ya se prevé una ocupación del 90 por ciento para las viviendas vacacionales (datos de la plataforma de gestión de alquiler vacacional, Bookiply). La idea generalizada es que cualquier propietario con una casa señorial, con piscina, múltiples habitaciones y espléndidas vistas panorámicas, por muy deteriorada que esté, la pondrá en condiciones para sacarle un rendimiento.

Limbo judicial

Sin embargo, aquí entran en escena otro tipo de situaciones que desautorizan ese argumento. Las viviendas de alto standing pueden ser objeto de embargos y entrar en un limbo administrativo-judicial que, mientras tanto, aprovechan algunos okupas para disfrutar de las comodidades de un enclave de ensueño, como pueda ser el caso de Artà u otros en el resto de la isla. En Calvià, por ejemplo, han sido objeto de okupaciones residencias en zonas muy cotizadas del municipio. Como una gran casa blanca que hay a la entrada de Costa de la Calma (un retiro dorado para jubilados alemanes donde el metro cuadrado se cotiza alto).

Propiedad del Ayuntamiento, que no le daba ningún uso, los intrusos aprovecharon para habitar en ella, hasta que el Consistorio decidió tapiarla para que no pudiera acceder nadie. Hay otro caso más conocido: un impresionante enclave con vistas a toda la costa de Santa Ponça, entre el mirador de las Malgrats y El Toro. Pese a su precario estado de conservación, la casa conservaba el esplendor de una mansión propia de un millonario, con piscina y un acceso directo al mar a través de una empinada escalera. Durante años, fue muy frecuentada por jóvenes de la zona, que se colaban ante la falta de un cerramiento en condiciones y disfrutaban por unas horas de sentirse como un auténtico potentado. De hecho, algunos artistas locales han aprovechado el glamour de la casa para grabar videoclips. En el Ayuntamiento explican que hoy en día la situación ha cambiado, después de que ordenase a la propiedad que instalase un cerramiento en condiciones. Además, la propiedad está acondicionando la casa para ponerla en venta., tal y como ha constatado la Policía Local de este municipio.

En otras ocasiones, las okupaciones se producen en grandes residencias de zonas cotizadas aprovechando que sus propietarios (habitualmente extranjeros) están ausentes. Es la situación que sufrió una magistrada jubilada francesa con una casa de veraneo en una zona bucólica de la isla: el entorno de la carretera que enlaza Andratx y Estellencs, la puerta de entrada de la Serra de Tramuntana. Fue su jardinero el que se encontró con que habían roto las puertas y okupado la residencia.

Comenzó a partir de ahí un laberinto judicial, con declaración incluida ante el juez de uno de los ocupantes de la casa ("Es que la casa estaba abierta y abandonada y no tenía adónde ir"); un periplo que concluyó de la manera más abrupta. Estas dos personas fueron detenidas en una operación contra el tráfico de hachís y cocaína, y, de esta forma, la vecina pudo recuperar su casa aunque con desperfectos en las puertas, el contador de electricidad y varias ventanas. Algo parecido le pasó al asesor fiscal alemán Frank Zingelmann. Un día, al volver de Alemania a su chalé en s'Arenal (en primera línea), se encontró con que había una familia viviendo en el interior. Para evitar el camino más burocrático, tiró por la calle de en medio y recuperó su casa con la ayuda de dos amigos: uno que hablaba castellano con fluidez y otro que era un profesional de la 'lucha en jaula'.

El caso de Marratxí

En Marratxí, donde se ha abierto un agrio debate político, se calcula que hay una treintena de casas okupadas, entre ellas algunas con una alta tasación, explica la trabajadora social Lia Amengual. Una de estas viviendas se encuentra en Sant Marçal, con un valor que supera los seis dígitos, donde dos cans de bestiar ahuyentan a los curiosos. Amengual incide en la complejidad del fenómeno okupa: "No se les puede tratar a todos por igual. Hay gente que lo hace porque vive un drama social y se ve obligada a okupar. Luego, hay otros factores a analizar, como si la casa es de un particular o pertenece a un fondo de inversión".