Ni el ayuntamiento de Artà ni la Policía Local tienen por el momento constancia ni denuncia alguna de la okupación ilegal de la antigua mansión del extenista alemán Boris Becker por parte de un compatriota suyo. La publicación ayer en Diario de Mallorca de la noticia ha pillado por sorpresa a muchos vecinos del municipio.

Entre ellos, el primer edil, Manolo Galán, quien ha manifestado haberse enterado del suceso por este periódico. Galán también ha confirmado que el Consistorio no tiene constancia oficial de los hechos. Pese a ello, ayer, según comentó luego en redes sociales el okupa, los agentes se personaban en la finca para hablar con ellos.

Sobre lo sucedido, Galán ha declinado hacer cualquier tipo de valoración, al considerar que se trata de un tema de índole privada y del que no tiene más información adicional. Algo semejante ha pasado con lo vecinos consultados, que han manifestado que desconocían la okupación hasta la salida de la noticia. Entre la sorpresa y la indiferencia ante lo sucedido: "No es de extrañar, si la mansión está abandonada y en desuso" o "son hechos inaceptables, pero que desgraciadamente se repiten mucho", son algunos de los comentarios que esgrimen los artanencs al ser informados.

El ciudadano germano que se ha hecho con la mansión Becker se llama Georg Berres y llegó a Mallorca en 2014. Primero se instaló en una caravana, pero durante los últimos años ha okupado ya varias casas en la isla. Él se defiende aludiendo a que "solo se trata de vivir allí sin pagar alquiler y devolver algo a la casa en forma de mantenimiento y cuidado".Problemas constantes

Boris Becker adquirió la finca de Artà en 1995 por unos 500.000 euros. Dos años después se produjo la paralización de las obras de reforma, después de que el Ayuntamiento detectara la construcción ilegal de varios edificios, que cinco años después debieron ser demolidos.

Tras años de aparente normalidad decidió ponerla a la venta, pero la crisis financiera frustró la operación, lo que hizó además que el extenista dejara numerosas facturas pendientes a proveedores y cuidadores de la finca, cosa que provocó que en varias ocasiones evitara la ejecución hipotecaria en el último minuto. Desde entonces la casa cayó en el abandono y sufrió un deterioro generalizado, hasta el punto de dejar de mantener enseres y animales, que dejó prácticamente a su suerte.