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Lletra menuda: El menosprecio de los parajes delicados, por Llorenç Riera

Entre alambres punzantes de quien intenta vetar el paso con fines particulares y cadenas de necesidad y remedio urgente que impiden el acceso motorizado a las áreas naturales más frágiles. Así de revuelto se despereza el litoral mallorquín en estos prolegómenos de un verano en el que la masificación también impondrá los numerus clausus en algunas playas. De extremo a extremo para acreditar que no hay excepción y que los problemas surgen o permanecen en cualquier lugar del perímetro de la isla. En la costa de Calvià aparece alambre de espino pirata y en Cala Torta de Artà no queda más remedio que comenzar a tomarse en serio el plan de gestión y recuperación del lugar para impedir el paso de los vehículos que no tienen miramientos con las dunas y demás delicadezas naturales anexas. Cuánto durará la cadena estrenada ayer se pregunta un vecino escéptico que tiene constancia de vandalismos y profanación de señales de tráfico que también deben ser garantía de la seguridad de todos. En definitiva, con todo junto y revuelto, volvemos a hablar del constante incivismo que agrede a las playas y los parajes naturales de Mallorca, por muy protegidos que estén.

La presencia humana en un lugar tan privilegiado como Cala Torta solo resulta admisible desde el respeto y la identificación con su entorno natural. Es puro contrasentido y una falta de responsabilidad que pudiera llegar a ser punible, según su dimensión, acudir a un lugar que no viene de paso, caso de la costa de Artà, para disfrutar de él y al tiempo tener actitudes inmisericordes con la conservación de las dunas que conforman y equilibran el litoral.

Sin embargo, las cosas son como son y no como debieran o nos gustaría. El caso es que la agresión humana es constante y menos reparadora que la del temporal natural. Por eso hay que colocar cadenas como la de Cala Torta que en definitiva nos atan a nuestras vergüenzas de incivismo y denuncian los excesos cometidos.

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